10 de noviembre de 2012
Hoy hubiera cumplido mi padre 86
años. Eso si no se lo hubieran cargado por una negligencia médica y una
infección hospitalaria. Pero no vamos a seguir por ahí. Hace un día radiante y
yo ya he salido del quirófano y de la cámara de los horrores. Mi hermana me invita en el Arroyo a un bar que pone un bacalao delicioso. Me atrevo
incluso a tomarme una cañita. No sé si será lo más apropiado si pienso que
estoy prácticamente recién salida del quirófano, pero tantas privaciones me han
dejado huella. Me zampo unos lomos de bacalao a la plancha que están gloriosos,
y de postre tarta de chocolate. La vida me vuelve a sonreir.
Voy a quedarme unos días en
casa de mi hermana hasta que esté más recuperada. Aprovecho la forzada
inactividad para leer y perderme por internet buscando datos e ideas para mi
próximo viaje. Y para hartarme de chuches. Al fin y al cabo soy una enferma
convaleciente.
13 de noviembre de 2012
Voy a Málaga al cirujano a que vea cómo
va la cosa. Parece ser que todo está correcto.
Decidimos dar un paseo para celebrarlo. Hace otro día maravilloso, y un calor increíble para el mes de
noviembre. Ya lleva unos años haciendo unos noviembres increíblemente buenos, y
eso que antes era para mí el peor de todos los meses del año. Es la
antesala del frío y oscuro invierno, tan temido. Los días son
decididamente más cortos y la luz más y más escasa. Además, cuando trabajaba
(cómo me gusta emplear aquí el pasado) era un mes sin paga.( Ahora eso ya no importa).
Temía tanto a noviembre que me hice incluso una lista de “cosas buenas
de noviembre”. Llegué a rastrear por interner en busca de fiestas que
se celebraran en noviembre aunque fueran de otros paises, para pasar el mes de
una forma más amena. Así es como me vi alguna vez celebrando el día de
acción de gracias, con pavo de seis kilos incluido. Algún día contaré la experiencia de rellenar aquél pavo hipertrófico. Creo que después de
eso no soy la misma.
Terminamos mi hermana y yo
comiendo gambitas en un bar de calle jaboneros. Nos
pusimos moradas a gambas, conchas finas, pulpo…
Después de unos días, decido
que ya es hora de volver a casa, porque me encuentro perfectamente y el médico
me ha dicho que puedo conducir. Además, esa tarde hay clase de música y me
gustaría ir.
Como no tengo mucho dolor le
pregunté al médico si podía tomar menos analgésicos y me dijo que si quería los
fuera espaciando. Mi conocido optimismo y yo decidimos de mutuo acuerdo no
espaciarlos, sino directamente suprimirlos. Pasé una noche de perros, la peor
desde que me había operado. Así que volví a tomarlos, esos sí, más espaciados,
como me había dicho el médico.
20 de noviembre de 2012
Hoy firmo el acto de conciliación Acudo sola , no creo sinceramente que me vayan a jugar una mala pasada,
pero reconozco que en fondo me da un poco de yuyu. Todo se desarrolla sin
incidentes y en cinco minutos. La abogada por la parte del banco, muy
simpática.
- “¿dan las partes por extinguida
cualquier relación laboral entre ambas?”
- “Sí, la damos”.
Me siento como si me acabar
de divorciar después de un largo matrimonio sin amor.
Cómo he terminado tan pronto
tengo un montón de tiempo libre hasta la cita del médico. Me tomo un café en un
sitio decorado estilo años cincuenta norteamericanos, rollo cupcakes y tal. Me
encanta esto de hacer las cosas sin prisa. Me he acostumbrado increíblemente
rápido. Mientras tomo el café, leo el 20 minutos, que me encanta, juego al
apalabrados, miro el correo, wasapeo con varias amigas…
Decido dar una vuelta por el
mercado de atarazanas. Me encantan los mercados. Es para mí una visita
obligatoria en cualquier ciudad. El mercado y el cementerio. La vida y la
muerte. Porque el mercado es para mí la máxima representación de la vida en una población, y además dice muchísimo sobre ella y sus habitantes.
En la puerta principal hay un señor mayor
vendiendo madroños ensartados en cañas. Se ha preparado un puestecito la mar de
apañao, con las cañitas clavadas de pie en una caja de madera y todo rodeado de
hojas verdes, que contrastan con el rojo otoñal de los madroños. Se me ha hecho
un nudo en la garganta. De pequeña me encantaban los madroños y mi padre
siempre me compraba una de esas cañitas cuando íbamos juntos a mercado de
Huelin. Creo que no las había visto desde entonces. No sé por qué la visión de
esas cañitas me ha desencadenado este ataque de nostalgia, o tristeza, o lo que
sea. Quizás porque echo de menos a mi padre. O porque me doy cuenta de lo mucho
que voy a echar de menos Málaga cuando esté por esos mundos.
.
Hay días en los que en mis
paseos por Málaga me ocurre una cosa muy curiosa, sobre todo si hace tiempo que
no voy. Empiezo a ver la ciudad como estaba cuando yo era pequeña. Así, voy
caminando por Larios y me digo: “allí estaba La Cosmopolita”, o en calle Granada:
”aquí estaba la tienda dónde me compraron el traje para la comunión”, o por
calle Beatas ”aquí estaba el Santa”.
No me gusta el ejercicio gratuito de la
nostalgia. Es más, lo detesto. Detesto esa gente que está todo el tiempo
regodeándose en el recuerdo de tiempos pasados, militando en la evocación como
si todo lo de antes fuera infinitamente mejor que lo de ahora. Yo soy de las
que piensan que cualquier tiempo pasado fue peor. Me gusta mirar adelante en
vez de atrás, y no dejarme engañar por esa trilera tramposa que es la memoria,
que parece que se empeña en maquillar y retocar el pasado para hacernos creer
que antes todo era perfecto.
Y sin embargo, a veces, cuando
paseo por Málaga, me pasan esas cosas. Y lo más curioso es lo que me ocurre con
los cines. Por dónde voy pasando, me voy acordando de las salas de cine que
había, y de una película, no necesariamente la última ni la mejor, que vi en él.
Plaza de Uncibay: “Málaga cinema, la túnica sagrada” (ni idea de por qué me acuerdo
de esa peli en particular) "Plaza de la Merced, cine Astoria, Supermán.
Echegaray, Indochina. Calle de la victoria, cine Andalucía, Indiana Jones,
calle Alcazabilla, cine Albéniz, Delicatessen". Y así voy paseando, repitiendo
mi letanía cinéfilo-nostálgica. Y me da una rabia…pero no puedo evitarlo.
Además, me acuerdo perfectamente de con quien fui a ver la peli, de lo que hice
antes y después. A veces hasta de la ropa que llevaba puesta.
El médico decide no darme el alta aún. Tengo que volver la semana próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario