domingo, 20 de enero de 2013

extinción de la relación laboral. Morriña malagueña



10 de noviembre de 2012

  Hoy hubiera cumplido mi padre 86 años. Eso si no se lo hubieran cargado por una negligencia médica y una infección hospitalaria. Pero no vamos a seguir por ahí. Hace un día radiante y yo ya he salido del quirófano y de la cámara de los horrores. Mi hermana me invita en el Arroyo a un bar que pone un bacalao delicioso. Me atrevo incluso a tomarme una cañita. No sé si será lo más apropiado si pienso que estoy prácticamente recién salida del quirófano, pero tantas privaciones me han dejado huella. Me zampo unos lomos de bacalao a la plancha que están gloriosos, y de postre tarta de chocolate. La vida me vuelve a sonreir.
   Voy a quedarme unos días en casa de mi hermana hasta que esté más recuperada. Aprovecho la forzada inactividad para leer y perderme por internet buscando datos e ideas para mi próximo viaje. Y para hartarme de chuches. Al fin y al cabo soy una enferma convaleciente.

13 de noviembre de 2012

   Voy a Málaga al cirujano a que vea cómo va la cosa. Parece ser que todo está correcto. 

   Decidimos dar un paseo para celebrarlo. Hace otro día maravilloso, y un calor increíble para el mes de noviembre. Ya lleva unos años haciendo unos noviembres increíblemente buenos, y eso que antes era para mí el peor de todos los meses del año. Es la antesala del frío y oscuro invierno, tan temido. Los días son decididamente más cortos y la luz más y más escasa. Además, cuando trabajaba (cómo me gusta emplear aquí el pasado) era un mes sin paga.( Ahora eso ya no importa). Temía tanto a noviembre que me hice incluso una lista de “cosas buenas de noviembre”. Llegué a rastrear por interner en busca de fiestas que se celebraran en noviembre aunque fueran de otros paises, para pasar el mes de una forma más amena. Así es como me vi alguna vez celebrando el día de acción de gracias, con pavo de seis kilos incluido. Algún día contaré la experiencia de rellenar aquél pavo hipertrófico. Creo que después de eso no soy la misma.

   Terminamos mi hermana y yo comiendo gambitas en un bar de calle jaboneros. Nos pusimos moradas a gambas, conchas finas, pulpo…

   Después de unos días, decido que ya es hora de volver a casa, porque me encuentro perfectamente y el médico me ha dicho que puedo conducir. Además, esa tarde hay clase de música y me gustaría ir.
   Como no tengo mucho dolor le pregunté al médico si podía tomar menos analgésicos y me dijo que si quería los fuera espaciando. Mi conocido optimismo y yo decidimos de mutuo acuerdo no espaciarlos, sino directamente suprimirlos. Pasé una noche de perros, la peor desde que me había operado. Así que volví a tomarlos, esos sí, más espaciados, como me había dicho el médico.


20 de noviembre de 2012

  Hoy firmo el acto de conciliación  Acudo sola , no creo sinceramente que me vayan a jugar una mala pasada, pero reconozco que en fondo me da un poco de yuyu. Todo se desarrolla sin incidentes y en cinco minutos. La abogada por la parte del banco, muy simpática.
- “¿dan las partes por extinguida cualquier relación laboral entre ambas?”
- “Sí, la damos”.
    Me siento como si me acabar de divorciar después de un largo matrimonio sin amor.
   Cómo he terminado tan pronto tengo un montón de tiempo libre hasta la cita del médico. Me tomo un café en un sitio decorado estilo años cincuenta norteamericanos, rollo cupcakes y tal. Me encanta esto de hacer las cosas sin prisa. Me he acostumbrado increíblemente rápido. Mientras tomo el café, leo el 20 minutos, que me encanta, juego al apalabrados, miro el correo, wasapeo con varias amigas…
   Decido dar una vuelta por el mercado de atarazanas. Me encantan los mercados. Es para mí una visita obligatoria en cualquier ciudad. El mercado y el cementerio. La vida y la muerte. Porque el mercado es para mí la máxima representación de la vida en una población, y además dice muchísimo sobre ella y sus habitantes.
   En la puerta principal hay un señor mayor vendiendo madroños ensartados en cañas. Se ha preparado un puestecito la mar de apañao, con las cañitas clavadas de pie en una caja de madera y todo rodeado de hojas verdes, que contrastan con el rojo otoñal de los madroños. Se me ha hecho un nudo en la garganta. De pequeña me encantaban los madroños y mi padre siempre me compraba una de esas cañitas cuando íbamos juntos a mercado de Huelin. Creo que no las había visto desde entonces. No sé por qué la visión de esas cañitas me ha desencadenado este ataque de nostalgia, o tristeza, o lo que sea. Quizás porque echo de menos a mi padre. O porque me doy cuenta de lo mucho que voy a echar de menos Málaga cuando esté por esos mundos.
.
   Hay días en los que en mis paseos por Málaga me ocurre una cosa muy curiosa, sobre todo si hace tiempo que no voy. Empiezo a ver la ciudad como estaba cuando yo era pequeña. Así, voy caminando por Larios y me digo: “allí estaba La Cosmopolita”, o en calle Granada: ”aquí estaba la tienda dónde me compraron el traje para la comunión”, o por calle Beatas ”aquí estaba el Santa”.
  No me gusta el ejercicio gratuito de la nostalgia. Es más, lo detesto. Detesto esa gente que está todo el tiempo regodeándose en el recuerdo de tiempos pasados, militando en la evocación como si todo lo de antes fuera infinitamente mejor que lo de ahora. Yo soy de las que piensan que cualquier tiempo pasado fue peor. Me gusta mirar adelante en vez de atrás, y no dejarme engañar por esa trilera tramposa que es la memoria, que parece que se empeña en maquillar y retocar el pasado para hacernos creer que antes todo era perfecto.
   Y sin embargo, a veces, cuando paseo por Málaga, me pasan esas cosas. Y lo más curioso es lo que me ocurre con los cines. Por dónde voy pasando, me voy acordando de las salas de cine que había, y de una película, no necesariamente la última ni la mejor, que vi en él. Plaza de Uncibay: “Málaga cinema, la túnica sagrada” (ni idea de por qué me acuerdo de esa peli en particular) "Plaza de la Merced, cine Astoria, Supermán. Echegaray, Indochina. Calle de la victoria, cine Andalucía, Indiana Jones, calle Alcazabilla, cine Albéniz, Delicatessen". Y así voy paseando, repitiendo mi letanía cinéfilo-nostálgica. Y me da una rabia…pero no puedo evitarlo. Además, me acuerdo perfectamente de con quien fui a ver la peli, de lo que hice antes y después. A veces hasta de la ropa que llevaba puesta.
   El médico decide no darme el alta aún. Tengo que volver la semana próxima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario