martes, 26 de marzo de 2013

TEMPLOS,TRASLADOS Y PROBLEMAS DE COMUNICACIÓN







  Cuentan los franceses que los Templos de Angor fueron redescubiertos por Henri Mouhot mientras perseguía una mariposa. Nuestra guía camboyana, Bopha, desmiente esta romántica historia y nos dice que ellos conocían desde siempre el emplazamiento de los templos y se los enseñaron al francés. En fin. Cosas del colonialismo.
    Sea como fuere, hay que reconocer que son impresionantes, aunque una vez más el exceso de turistas es capaz de hacer perder buena parte del encanto a la más maravillosa de las construcciones. Paradójicamente, hemos disfrutado más de algunos templos que se salen de la ruta de los más visitados que de los más famosos y espectaculares. 






   Nos llama la atención la poca vigilancia que hay en algunos, sobre todo los más alejados. En uno de ellos, un policía intenta venderle su placa a Dani como souvenir. Sin comentarios.
   Y a pesar de todo, la sensación de visitar uno de estos templos en medio de la selva, sentir la fuerza y la belleza que todavía los habitan, e imaginar lo que debieron ser en sus días de gloria, es una experiencia absolutamente indescriptible y recomendable.








  A la entrada de la mayoría de los templos hay músicos con unos instrumentos muy curiosos con los que tocan melodías  tradicionales. Son muy agradables y acompañan perfectamente la visita. Suelen ser mutilados por las minas antipersona que buscan así un modo de sobrevivir sin tener que mendigar, ya que no cobran nada del gobierno.


 También se ven muchos mutilados en la ciudad, que venden libros sobre la historia de Camboya. Hay montones de mutilados por esta causa. Se dice que hay una mina por cada dos habitantes. Un promedio estremecedor. Y localizarlas y desactivarlas es un proceso largo y lento. Y muy costoso, supongo yo. Así que es un problema (uno más) de difícil solución.
  
   Hemos combinado para nuestra visita un taxi para el día que fuimos a los templos más alejados (el aire acondicionado era casi casi imprescindible para sobrevivir) y un tuk-tuk para los más cercanos. Y nuestra guía, Bopha, nos ha contado un montón de cosas, y no sólo sobre los templos. Es una chica muy jovencita y muy simpática. Nos llama la atención la cantidad de gente muy joven que hay. La edad media está sobre los 23 años y hay bastantes mas mujeres que hombres. La guerra y el horror también han dejado su huella en la demografía. Como en casi todo.








   Nos ha contado que nació en 1981 un campo de refugiados en la frontera con Tailandia, dónde su familia había tenido que huir unos años antes a causa de los jemeres rojos. Que era feliz allí, que no les faltaba de nada y que estaba todo muy organizado. Que su padre era el encargado de controlar los materiales de construcción y que no se enriqueció porque no era corrupto, no como otros compañeros que sí lo hicieron. Que luego se trasladaron a Phnom Penh y estuvo trabajando en una fábrica cosiendo. Que las condiciones no eran muy buenas (se niega a entrar en detalles), y que si había que entregar un pedido importante no podían parar de coser hasta que estaba listo. Que a veces, algunas compañeras se desmayaban de cansancio. Y lo te lo cuenta todo con una naturalidad pasmosa y una sonrisa perenne. Habla bastante bien español. Y ahora está aprendiendo ruso. Hay muchísimos turistas rusos últimamente.
 A mí, aparte de lo más evidente, me  llaman mucho la atención las obras de ingeniería hidráulica del imperio jemer y me hace pensar en lo importante que es la gestión del agua para la supervivencia de una civilización. Sobre todo en climas con largos períodos de sequía.Yo y mi fijación con el agua.

   Le preguntamos a Bopha la causa de la decadencia de Angkor y nos dice que fue culpa de los tailandeses. Le preguntamos por la falta de vigilancia en los templos y nos dice que es culpa de Tailandia. Le preguntamos por varias cosas más y la respuesta es siempre la misma. Tengo la tentación de preguntarle quién mató a Kenedy, pero me contengo. Estoy segura de la respuesta. En fin. Cosas de las vecindades espinosas.

Después de una siestecita enfrente de Angkor Wat

   A la caida de la tarde, peregrinamos por los lugares dónde es habitual ir para disfrutar de la puesta de sol, pero después de la experiencia del primer día, en un templo abarrotado de turistas, preferimos buscar una alternativa menos bulliciosa, aunque no sea tan espectacular. Bopha nos lleva a varios sitios que nos siguen pareciendo demasiado populosos y al final acabamos frente a un río muy bonito en el camino de entrada de uno de los templos.Completamente solos.



   Pasamos unas horas estupendas charlando y cotilleando con Bopha. No deja de admirarme su capacidad para contarte la historia  familiar más dramática sin dejar de sonreír. Nos habla sobre su trabajo, su marido, su casa. Según nos dice, la violencia contra la mujer en el ámbito familiar también es bastante corriente. Vaya. No nos privamos de nada. Cambiando de tercio, le preguntamos sobre el montón de mujeres que vemos por la calle en pijama y nos confiesa que ella antes también se lo ponía, porque es muy cómodo, hasta que una amiga rusa le dijo que eso no estaba bien y dejó de hacerlo. Nos partimos de risa las tres. Y Pilar y yo no acabamos de entender, a pesar de sus explicaciones, porqué van tan abrigadas con el calor que hace. Nos dice que es porque les gusta mantener la piel blanca. Eso explicaría que se pusieran manga larga, pero no un jersey de lana de cuello vuelto y una sudadera de borreguito.
   Nos cuenta también entre otras cosas que un cómico muy famoso hizo un chiste con doble sentido sobre el primer ministro en la tele y se tuvo que ir del país. Que para poder volver a trabajar tuvo que pedir públicamente perdon al primer ministro. Y que en los programas de tv, los cantantes agradecen después de cada actuación al primer ministro poder actuar. En fin.












  Por la noche vamos con Fernando y Kola a un restaurante donde lo típico es la barbacoa khemer, que consiste en un recipiente con brasas dónde se pone una especie de fuente de metal invertida sobre otro recipiente al que se va añadiendo caldo. Unos alimentos se ponen sobre el metal y otros se cuencen en el caldo. Es muy entretenido, aunque un poco difícil para los que no estamos acostumbrados. A mí se me escurren contínuamente los trozos de carne o pescado que intento asar sobre el metal hacia el caldo, así que al final acabo tomándolos cocidos más que asados. 
   La historia de amor de Fernando y Kola es muy bonita. Fernando estaba viajando por Asia con unos amigos hace unos años. Había alquilado una moto y se había hecho una quemadura con el escape. Entró a una farmacia y le atendió. Kola. Al día siguiente no había podido quitársela  de la cabeza ni un segundo así que volvió a la farmacia y la invitó a tomar algo. Ël siguió su viaje pero siguieron en contacto. Tras un año Fernando volvió a Camboya y consiguió después de mucho esfuerzo que la familia de ella la dejara viajar a Vietnam con él durante diez días, una cosa bastante insólita. Después de esto se dieron centa que de quería estar juntos, pero la situación no era fácil .En Camboya aún hoy, es casi imposible que puedas casarte con alguien si su familia no da el consentimiento, y además el novio tiene que pagar una especie de dote a la familia de la novia, condición sine qua non para que la boda siga adelante. Al final, después de vencer la oposicón de la familia y de un sinfín de peripecias, lo consiguieron y ya llevan varios años felizmente casados.

    Al día siguiente, mientras Pilar va a una clase de yoga, Dani y yo asistimos a un curso de cocina khemer. Lo imparten en un hotel muy bonito en medio del campo. Primero nos dan un paseo y nos van enseñando un montón de especias y cultivos que luego nos servirán como ingredientes.

Lemongrass. Uno de los ingredientes principales de la comida khemer

Esto se llama sawleaf, y tiene un sabor muy parecido al cilantro

 Luego visitamos una casa de una familia del campo y vemos un poco como viven y como cocinan. No estamos mucho rato.


papaya

Esto no hace falta decir que és.



Esto también es facilito...
    Y luego empieza el curso propiamente dicho. Aprendemos a hacer ensalada de mango verde, amok de pescado y salsa de coco y de postre unos dulcecillos de una pasta un poco pegajosa rellenos de caña de azúcar



Aquí no hay thermomix¡

así quedó mi amok de pescado

ingredientes de la ensalada de mango verde

. Luego nos lo comemos todo en una especie de chambao sobre un estanque.  Nos ha salido todo muy rico (bueno, el postre no acaba de gustarme) y pasamos un buen rato con nuestros compañeros de curso, un australiano y dos chicas suecas. Me ha gustado mucho la experiencia y hemos aprendido un montón de cosas curiosas sobre las costumbres culinarias y los ingredientes más usuales.

Así de apetitosa quedó mi ensalada de mango verde

El amok se sirve en un coco

esto se llama sticky rice flour balls with palm sugar topped with grated young coconut flesh. Pero por muy largo que le pongan el nombre, a mí no me acaba de convencer

Aquí fue donde comimos


   Desplazarse por Camboya puede comvertirse en una hazaña épica en cuanto que tú compras un billete de autobús supuestamente directo hacia alguna ciudad, pero nunca terminas el trayecto en ese mismo vehículo. Lo habitual suele ser que de repente, el autobús se pare en un sitio indeterminado, al menos para nosotros, te hagan bajar, coger tu equipaje y subirte a otro vehículo más pequeño, generalmente peor acondicionado y atestado de gente y de equipaje hasta límites que vulneran las leyes de la física. Cuando todos creemos que ya no cabe nadie más y, por supuesto, ni un sólo bulto más, la furgoneta se detiene, se suben dos personas cargadas de bártulos y tras unos minutos de acoplamiento, encuentran acomodo y seguimos camino. Y estos traslados pueden darse varias veces por desplazamiento. 

Detalle de la decoración de un autobús con peli de superwaca de fondo

Una de las incontables mudanzas de transporte
   Así, el camino desde Siem Reap a Kratie que debía durar unas cuatro o cinco horas, llegó a durar nueve.Y cada vez en vehículos peores. El aire acondicionado a veces simplemente no funciona o a veces te quedas criogenizada sin posibilidad de cerrarlo. Los asientos pueden tener una variedad infinita de disfunciones. En ocasiones, ponen películas de superwaca a toda pastilla. El conductor toca el claxon sin parar. Dicen que donde fueres haz lo que vieres, y como los  autóctonos se toman todo esto con una resignación estoica, yo decido hacer lo mismo, es lo mejor. Al fin y al cabo "esto también es viaje"

Aldeas rurales

Búfalos de agua. Suelen ayudar al cultivo del arroz

Estas son mis "pipas camboyanas". Semillas de loto. Estoy enganchada, claro.



   Llegamos a Kratie agotados, hambrientos y pegajoso, con la intención de comer algo antes de coger el barco que nos llevará a la ista de Koh Trong cruzando el Mekong, donde vamos a alojarnos en la casa de una familia local . Pero cuando preguntamos el horario de los barcos, nos dicen que el último está a punto de salir y que si no nos damos prisa lo perderemos. Así que no tenemos más remedio que posponer la comida y correr como posesos hacia el embarcadero. Cuando llegamos al otro lado del río salen a recibirnos en moto. Acomodamos el aquipaje en ellas y nos llevan a la casa de la familia. 


Atardecer sobre el Mekong

En la moto desde el embarcadero hasta la casa
 El recibimiento no es muy cálido. De hecho, no hay recibimiento.Al rato aparece una señora de mediana edad que suponemos será la dueña de la casa, pero nos es imposible comunicarnos con ella, ni siquiera por signos, que no suele fallar. Nos habían dicho que uno o dos hijos de la famiia hablaban inglés por lo que pensábamos que no íbamos a tener grandes problemas para comunicarnos. La situación no es muy agradable porque estamos realmente cansados y hambrientos y tenemos más que ganas, necesidad de darnos una ducha. El calor es insoportable. Por fin aparece el dueño, que chapurrea un poco de francés y nos indica dónde podemos ducharnos y dónde dormiremos.
  La casa es austera, pero agradable. Consiste en una espacio grande y diáfano dónde hay extendidos alrededor futones separados con cortinas que hacen las veces de habitaciones. Al fondo, separado por un tabique, una especia de sala de estar, un baño y la cocina. Sentada en el suelo, hay una abuela que nos mira con indiferencia. Preguntamos que por qué no funcionana los ventiladores y nos dice Nong, que así se llama el dueño, que hay un problema con la electricidad, o algo así intentamos comprender. Nos miramos entre nosotros pensando en la noche que nos espera con esta temperatura.

Interior de la casa


Al fondo,mi habitación





La cocina



La parte de atrás




   Tras la ducha, mientras estamos curioseando un poco por la parte exterior de la casa, aparece del interior una adolescente de unos quince años que suponemos una hija de la familia, con una cara de cabreo impresionante y recitando una letanía que a pesar de no entender ni una palabra, nos deja meridianamente claro que lo que va a hacer lo le apetece nada. Se dirige de malas maneras a una especie de olla enorme de barro que está llena de agua. Extrae sin grandes dificultades un pez de considerables dimensiones, todo esto sin abandonar su airado discurso. Ahora se dirige directamente al pez, como si el pobre fuera el culpable de su enojo y empieza a golpearle la cabeza con saña contra la mesa. Nosotros asistimos alucinados a la liturgia sin poder apartar la mirada. Como el pobre pez no acaba de morir, le retuerce la cabeza con una rapidez y una habilidad pasmosa y, sin para de refunfuñar, se dirije otra vez hacia la casa.
    A pesar del calor y de la situación, nos partimos de risa con la escenita.


.Exterior. Al fondo, la olla del sacrificio
   Nos sirven la cena que resulta deliciosa y bastante abundante, consistente en unas setas exquisitas que cultivan ellos mismos y que cuando las estaban subiendo de la parte baja de la casa hacia la cocina dejaban un aroma maraviloso a su paso, un pescado de bastante buen tamaño (que suponemos la víctima de la ceremonia  de la adolescente )pero que a mi no me gustó mucho de sabor, el inevitable arroz hervido y de postre unos platanitos muy pequeños que tienen un sabor dulcísimo y unos pastelitos que hacen con arroz y azúcar de caña y se asan envueltos en hojas de platanera. Les pedimos que cenen con nosotros pero sólo accede el hombre.
   Nos cuenta, más por señas que otra cosa, que trabaja en Kratie en la limpieza, que tiene dos hijos más que son los que chapurrean inglés pero que están casados y no viven con él, que allí sólo viven él , su mujer, la adolescente asesina-pescados y su madre. El hombre es agradable, pero los problemas de comunicación hacen que no podamos establecer mucha relación.
  Después de cenar Nong se retira a su salita a ver la tele. Nosotros estamos un poco decepcionados, yo al menos. No poder comunicarse es bastante frustrante. Y cuando nos acostamos el calor es insoportable. Para colmo, hay una boda o una verbena en las inmediaciones y arma un escándalo impresionante.
   Cuando ya llevamos un buen rato acostados y a oscuras, veo pasar sigilosamente a través de la mosquitera a la adolescente pescadicida. Cuando llega al umbral de la puerta, echa una mirada furtiva hacia atrás y se quita los vaqueros. Debajo lleva uno de esos minúscilos shorts que están de moda. Guarda los vaqueros en un bolso, enciende su linterna y se interna en la oscuridad que rodea la casa. Sonrío pensando que hay cosas que son exactamente iguales en todas las culturas.