jueves, 31 de enero de 2013

mudanza y venta






10 de diciembre de 2012

   Me estoy empezando a sentir a veces un poco como un mono de feria. No es que sea del todo desagradable, lo confieso, pero cansa un poco. Por ejemplo, cuando llego a una fiesta y me presentan a alguien. “Esta es mi amiga Fátima. Ha dejado su trabajo y se va a dar la vuelta al mundo”. Y todo el mundo: ”ohhhh”.
 Por otra parte, tengo que confesar que también tiene su lado agradable. Siempre es agradable que te presten atención y que te escuchen. Pero tengo un poco sensación de culpa, no sé. ¿y si al final no me voy?.

   El otro día se lo comentaba a una amiga y se quedó muy preocupada. También le había contado que me da un poco de vergüenza que la gente me repita constantemente que soy muy valiente, porque yo tengo mucho miedo. Me miró con inquietud y me dijo muy seria que a ver si ahora me iba a sentir obligada a irme por haberlo dicho a tanta gente. Me moría de risa. La tranquilicé diciéndole que jamás haría algo por esa razón, y menos algo así. Que aunque tenga miedo a ratos, estoy absolutamente convencida de que lo quiero hacer. De que lo voy a hacer.

12 de diciembre de 2012

   Tendría bemoles que después de haber dado todos los pasos que he dado en mi vida, no pudiera irme por no vender la casa. Estoy empezando a ponerme bastante nerviosa. Ya estamos prácticamente a mediados de diciembre y yo quiero irme en febrero. Y no me atrevo a comprar el pasaje hasta que no solucione este problema. Estoy considerando también la posibilidad de alquilarla, pero sólo si encontrara a alguien que me pague el año por adelantado. Y si no sale nada de eso, voy a preguntar por una carencia de un año en la hipoteca. Porque yo me largo.
   Me han hecho a través del idealista una oferta de 220.000. Es una mierda, pero me siento tan desesperada que hasta lo estoy considerando.

14 de diciembre de 2012

  
   Ya me he mudado a mi casa. Ha sido durillo, porque pensé que nunca tendría que volver, pero ya pasó. Además, es increíble la cantidad de trastos que pueden acumularse durante un año. Claro, que yo a veces me iba llevando cosas para quitarlas de enmedio cuando se vendiera. Y ahora otra vez de vuelta.
   Pero ya pasó. También tuve que llamar a mi ex para comunicarle, no para pedirle permiso, que me venía. Se quedó muy extrañado. No sé como pensará que puedo mantener dos casas con todos sus gastos yo sola. Lo he estado haciendo durante un año, pero ya no puedo más. Y menos ahora que estoy parada. –“Y vas a vivir sola? ¿Y yo podré ir?” Tiene gracia, después de meses y meses desentendiéndose de la casa por completo, ahora precisamente le entran ganas de venir.
   Me encanta volver a vivir con mis gatitas, sobre todo con Zambra. Es una mil-leches y encima se ha puesto gorda como un zollo, pero es terriblemente cariñosa. Sacha es una azul ruso, y sigue en su linea. Gelidez soviética.

   La asistenta me ha dejado colgada, así que la casa está hecha una auténtica pocilga. Yo voy haciendo lo que puedo, pero estoy desbordada.
Socorro¡¡

15 de diciembre de 2012

   Nadie, repito, nadie ,puede llegar a imaginar lo que puede acumular un tío con síndrome de Diógenes durante diez años en doscientos metros cuadrados. No hago más que acarrear bolsas de basura desde la casa a los contenedores, que, por cierto, cada viaje parece que se van alejando más y más. Los cabrones. Empiezo a parecer un híbrido entre Papá Noel (por las fechas) y Julián Muñoz (por las bolsas de basura). Y encima hoy recibo. Es que me gusta el peligro. Me doy una paliza impresionante para dejar la casa decente, hacer algo de comida e, incluso, poner algún motivo navideño. Y luego a ponerme medio decente y a recibir a los amigos. Pero merece la pena. Pasamos una velada genial.

16 de diciembre de 2012

   Tengo una angustia en el estómago que no se me va. Cada vez que escucho alguna noticia sobre la situación económica (o sea, continuamente)o sobre los precios de las casas, se me hace un nudo en la garganta. Mis amigas me aconsejan que acepte la oferta y me quite el marrón de la casa de encima. Mis amigos, que aguante un poco y si no, que la alquile. Corazón versus razón. Es curioso.

   Yo no lo tengo nada claro. Lo que sé es que estoy angustiada y tengo ganas de dejar de estarlo. No estoy por sufrir. Siempre he sido muy disciplinada, pero últimamente estoy por mimarme un poco y ser indulgente conmigo misma. Soy incapaz de imponerme un horario racional, porque de todas formas pienso que en muy poco tiempo no lo voy a poder seguir y no creo que merezca la pena el esfuerzo. El problema es que tengo una tendencia natural a la anarquía horaria y alimenticia y mi vida está empezando a ser un pequeño caos.
   Estoy esperando para entrar en clase cuando de pronto me decido. Llamo al de la oferta del idealista. De repente lo he visto claro. O la vendo ahora o me quedo con la casa colgada durante años. Me dice que no puede subir más porque es lo que le da el banco, y a mí me da la impresión de que es sincero. Le digo que acepto la oferta, pero que tengo que consultarlo con mi ex. Llamo a mi ex. Dice que le parece bien(¡¡¡) pero que por ese precio arranca los muebles de la cocina, el aljibe el aire acondicionado. En fin, todo esto lo dice a grito pelado. Yo le aplaco como puedo. Vuelvo a llamar al comprador. Le digo que la casa iría sin muebles y le parece bien. Quedamos para el día siguiente. Cuando cuelgo, decido hacer una ronda de llamadas a otros compradores cuyos números tengo registrados. Les digo sólo 230.000. Vale, podía haber dicho bastante más y probablemente habría colado. O no. Decido no arriesgarme. Contacto con uno que dice que va a ver la casa esa misma noche. Así que asisto a la clase, y me voy corriendo a enseñarle la casa.
 Dicen que se la quedan.
    No me lo puedo creer. De hecho no me lo creo, porque no es la primera casa que vendo y sé que hasta que no hayamos firmado en notaría, no se puede dar la venta por cerrada. Me voy corriendo al aeropuerto a recoger a mi hermano. Hay una niebla terrible y el vuelo llega con dos horas de retraso. Cuando llego a casa a casi las dos de la madrugada estoy agotada y como una moto. Pero contenta.

24 de diciembre de 2012

   Esta noche es Nochebuena (y mañana Navidad). Cuando era pequeña no me gustaba la Navidad, pero ahora sí. Yo, como siempre, a destiempo. A veces tengo la sensación de que todo lo hago a destiempo. Desde que me separé se me han quitado completamente las ganas de cocinar. Bueno y de otras cosas, pero hoy me he comprometido a rellenar un capón para la cena. Estaremos sólo la familia para la cena, pero luego si me animo iré a casa de unos amigos. No sé por qué me viene a la memoria continuamente el chiste ese de ¿cómo pasas la Navidad, bien o en familia?.
  Parece que lo de la compra de la casa va viento en popa. Así que probablemente tenga una sexta mudanza pronto…pero no me quejo. Esta vez sería buena señal. Estoy contenta.

lunes, 28 de enero de 2013

más preliminares y vacunas



26 de noviembre de 2012.

   Cómo pasa el tiempo. Un viaje como el que tengo intención de hacer tiene un montón de tarea, y tengo que empezar ya si no quiero que me pille el toro. Tengo cita esta semana para el tema vacunas, tengo que mirar el seguro de salud, los visados, el presupuesto, los vuelos. Ha habido un cambio de planes. Yo iba a salir con Dani y Pilar para empezar juntos y luego cada uno seguir por su lado. Pero al final ellos no van a salir hasta marzo y yo desde luego quiero irme antes. Así que al final tendré que partir sola.

   Lo único que me impide disfrutar al cien por cien de mi nueva situación es la venta de la casa. Estoy realmente preocupada, porque si me voy sin venderla no voy a estar tranquila del todo, que es lo que yo necesito. No se ya lo que hacer. Inmobiliarias, flayers, portales de internet, carteles de se vende…pero no hay forma. Sólo me falta irme al paseo marítimo con un cartel tipo vendo oro, pero que ponga vendo casa. Lo peor es que me toma muchísimo tiempo el asunto, porque aunque la venta no se concrete, voy a enseñarla casi a diario, más los mensajes de internet, la visitas a las inmobiliarias, las continuas llamadas de teléfono. Un auténtico coñazo, vamos.
   He encontrado también dónde hacer los cursos intensivos de inglés y francés. Al final, después de mucho buscar, he acabado en inlingua, que es dónde yo había estudiado de joven. La verdad es que tienen un buen método y buenos profes. Yo siempre digo que he estudiado inglés en muchos sitios pero que lo poco que sé lo he aprendido en inlingua. Ya veremos.

29 de noviembre de 2012.

   Hoy voy con Dani y Pilar a sanidad exterior a que nos asesoren sobre las vacunas. En Málaga hace un frío que pela. La doctora que nos atiende es una cachonda, supersimpática y superprofesional. Nos lo explica todo muy clarito. El resto del equipo es también genial. Así da gusto. 

   Últimamente es tan difícil ir a algún sitio y que haya gente amable, que se agradece infinito cuando lo encuentras. Estamos tan a gusto que nos dan las tantas charlando y contando nuestro futuro viaje. Cuando digo por ahí q voy a dar la vuelta al mundo, la mayoría de las veces la gente me mira entre horrorizada y muerta de envidia. Es una expresión curiosa. Rosa Díez (sí, como la de UPyD), que es el nombre de la doctora que nos asesora, me lo dice abiertamente. “Te odio”.
   Para vengarse, me inocula el virus de la fiebre amarilla, y me prescribe un montón enoooorme de picotazos envenenados, que ella llama vacunas.  Y con una expresión indescriptible de sadismo me dice que además, por algunos de ellos voy a tener q pagar una pasta porque la seguridad social ha dejado de cubrirlos…hace sólo unas semanas. Creo que está disfrutando indescriptiblemente mientras nos da la noticia.(es broma, Rosa)

   Picamos algo en el muelle uno, que está precioso, y tiramos para el pueblo.

30 de Noviembre de 2012

  Mi madre ha decidido venir conmigo a Málaga, que van a darme el alta, y aprovechar para hacer algunas compras navideñas. Hoy he descubierto de dónde me viene la manía de pasear recordando el pasado. “aquí estaba La mar chica, que a tu padre le encantaba”. “Este edificio era la pensión dónde nos quedábamos cuando veníamos de Casablanca”. Madre mía, lo que es la genética.
   Como hemos llegado con tiempo, nos damos una vuelta por Atarazanas. Nada más entrar, mi madre empieza a reírse por lo bajini. “Qué te pasa?” “nada, jijiii, nada, jijjiii”. “es que he visto el puesto de los pimientos y me he acordado…”. Dios. Yo de pequeña era una niña increíblemente buena y obediente. Sólo hice una travesura en toda mi infancia, pero quizás por eso es tan recordada. Me habían regalado un bolsito monísimo unos parientes que vinieron de visita. Fuimos, como hoy, al mercado central, y yo, al ver aquellos rabitos de los pimientos, escrupulosamente colocados en pirámide, con su forma de perchita vegetal, no tuve otra ocurrencia que colgar mi bolso en uno de aquellos rabitos incitadores. No hace falta decir el estropicio que le monté al pobre verdulero. 

   Hoy después de tantos años, veo los pimientos y me vuelven a entrar ganas de colgar el bolso. Yo creo que los colocan así para provocar. Y mi madre partiéndose de risa al recordarlo. Las trastadas de mi hermana, como fueron tan abundantes, casi no son recordadas, pero la mía, como fue única…debe ser la ley de la oferta y la demanda. La verdad es que me molesta un poco.
   

  

02 de diciembre de2012
   Diciembre ya. Cómo pasa el tiempo.( Sí. Lo repito). Empiezo a estar preocupada por no tener ingresos. No estoy acostumbrada. Y el dinero se va de una forma increíble y eso que en cuanto a austeridad y recortes no me gana ni Don Mariano. Pero hay cosas en las que no se puede recortar, como la gasolina, que está por las nubes.
   Y a veces siento un poco de cargo de conciencia por no estar ganándome la vida, aunque ahora mismo no tengo necesidad inmediata de hacerlo. Pero yo era la típica que a los doce años daba clases a los hijos de los vecinos que iban mal en el cole, y a los veinte iba a limpiar apartamentos en una multipropiedad los fines de semana. Recuerdo que tenía que levantarme a las cinco, y que mi padre se levantaba conmigo y me daba más dinero del que iban a pagarme en la empresa, porque para él era como un desdoro que su hija fuera a limpiar. En fin, que me encuentro rara. 
   Hoy he tenido invitados en casa. Pilar y Domingo y Pilar y Dani. Me apetecía mucho invitarles a casa porque son unos amigos a los que adoro, me encanta pasar ratos juntos, son una gente maravillosa en todos los sentidos y les aprecio un montón. Tenía ganas de celebrar con ellos mi nueva vida. Hemos pasado un día estupendo.
  La sobremesa se ha prolongado hasta casi las ocho de la tarde. Me encanta. Creo que hay pocas cosas en la vida que me gusten más que una buena sobremesa, después de una buena comida, con buenos amigos, mientras apuro despacito el vino que ha quedado. Una conversación distendida (aunque a veces no tanto) con "interlocutores válidos" y ganas de repartir estopa o de divagar sobre los misterios de la existencia. O de contar batallitas del pasado, aunque muchas veces las hayamos oído ya tantas veces, sobre todo si se trata de amigos antiguos. Y, lo que más, ganas de reírnos hasta de nuestra sombra.

domingo, 20 de enero de 2013

extinción de la relación laboral. Morriña malagueña



10 de noviembre de 2012

  Hoy hubiera cumplido mi padre 86 años. Eso si no se lo hubieran cargado por una negligencia médica y una infección hospitalaria. Pero no vamos a seguir por ahí. Hace un día radiante y yo ya he salido del quirófano y de la cámara de los horrores. Mi hermana me invita en el Arroyo a un bar que pone un bacalao delicioso. Me atrevo incluso a tomarme una cañita. No sé si será lo más apropiado si pienso que estoy prácticamente recién salida del quirófano, pero tantas privaciones me han dejado huella. Me zampo unos lomos de bacalao a la plancha que están gloriosos, y de postre tarta de chocolate. La vida me vuelve a sonreir.
   Voy a quedarme unos días en casa de mi hermana hasta que esté más recuperada. Aprovecho la forzada inactividad para leer y perderme por internet buscando datos e ideas para mi próximo viaje. Y para hartarme de chuches. Al fin y al cabo soy una enferma convaleciente.

13 de noviembre de 2012

   Voy a Málaga al cirujano a que vea cómo va la cosa. Parece ser que todo está correcto. 

   Decidimos dar un paseo para celebrarlo. Hace otro día maravilloso, y un calor increíble para el mes de noviembre. Ya lleva unos años haciendo unos noviembres increíblemente buenos, y eso que antes era para mí el peor de todos los meses del año. Es la antesala del frío y oscuro invierno, tan temido. Los días son decididamente más cortos y la luz más y más escasa. Además, cuando trabajaba (cómo me gusta emplear aquí el pasado) era un mes sin paga.( Ahora eso ya no importa). Temía tanto a noviembre que me hice incluso una lista de “cosas buenas de noviembre”. Llegué a rastrear por interner en busca de fiestas que se celebraran en noviembre aunque fueran de otros paises, para pasar el mes de una forma más amena. Así es como me vi alguna vez celebrando el día de acción de gracias, con pavo de seis kilos incluido. Algún día contaré la experiencia de rellenar aquél pavo hipertrófico. Creo que después de eso no soy la misma.

   Terminamos mi hermana y yo comiendo gambitas en un bar de calle jaboneros. Nos pusimos moradas a gambas, conchas finas, pulpo…

   Después de unos días, decido que ya es hora de volver a casa, porque me encuentro perfectamente y el médico me ha dicho que puedo conducir. Además, esa tarde hay clase de música y me gustaría ir.
   Como no tengo mucho dolor le pregunté al médico si podía tomar menos analgésicos y me dijo que si quería los fuera espaciando. Mi conocido optimismo y yo decidimos de mutuo acuerdo no espaciarlos, sino directamente suprimirlos. Pasé una noche de perros, la peor desde que me había operado. Así que volví a tomarlos, esos sí, más espaciados, como me había dicho el médico.


20 de noviembre de 2012

  Hoy firmo el acto de conciliación  Acudo sola , no creo sinceramente que me vayan a jugar una mala pasada, pero reconozco que en fondo me da un poco de yuyu. Todo se desarrolla sin incidentes y en cinco minutos. La abogada por la parte del banco, muy simpática.
- “¿dan las partes por extinguida cualquier relación laboral entre ambas?”
- “Sí, la damos”.
    Me siento como si me acabar de divorciar después de un largo matrimonio sin amor.
   Cómo he terminado tan pronto tengo un montón de tiempo libre hasta la cita del médico. Me tomo un café en un sitio decorado estilo años cincuenta norteamericanos, rollo cupcakes y tal. Me encanta esto de hacer las cosas sin prisa. Me he acostumbrado increíblemente rápido. Mientras tomo el café, leo el 20 minutos, que me encanta, juego al apalabrados, miro el correo, wasapeo con varias amigas…
   Decido dar una vuelta por el mercado de atarazanas. Me encantan los mercados. Es para mí una visita obligatoria en cualquier ciudad. El mercado y el cementerio. La vida y la muerte. Porque el mercado es para mí la máxima representación de la vida en una población, y además dice muchísimo sobre ella y sus habitantes.
   En la puerta principal hay un señor mayor vendiendo madroños ensartados en cañas. Se ha preparado un puestecito la mar de apañao, con las cañitas clavadas de pie en una caja de madera y todo rodeado de hojas verdes, que contrastan con el rojo otoñal de los madroños. Se me ha hecho un nudo en la garganta. De pequeña me encantaban los madroños y mi padre siempre me compraba una de esas cañitas cuando íbamos juntos a mercado de Huelin. Creo que no las había visto desde entonces. No sé por qué la visión de esas cañitas me ha desencadenado este ataque de nostalgia, o tristeza, o lo que sea. Quizás porque echo de menos a mi padre. O porque me doy cuenta de lo mucho que voy a echar de menos Málaga cuando esté por esos mundos.
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   Hay días en los que en mis paseos por Málaga me ocurre una cosa muy curiosa, sobre todo si hace tiempo que no voy. Empiezo a ver la ciudad como estaba cuando yo era pequeña. Así, voy caminando por Larios y me digo: “allí estaba La Cosmopolita”, o en calle Granada: ”aquí estaba la tienda dónde me compraron el traje para la comunión”, o por calle Beatas ”aquí estaba el Santa”.
  No me gusta el ejercicio gratuito de la nostalgia. Es más, lo detesto. Detesto esa gente que está todo el tiempo regodeándose en el recuerdo de tiempos pasados, militando en la evocación como si todo lo de antes fuera infinitamente mejor que lo de ahora. Yo soy de las que piensan que cualquier tiempo pasado fue peor. Me gusta mirar adelante en vez de atrás, y no dejarme engañar por esa trilera tramposa que es la memoria, que parece que se empeña en maquillar y retocar el pasado para hacernos creer que antes todo era perfecto.
   Y sin embargo, a veces, cuando paseo por Málaga, me pasan esas cosas. Y lo más curioso es lo que me ocurre con los cines. Por dónde voy pasando, me voy acordando de las salas de cine que había, y de una película, no necesariamente la última ni la mejor, que vi en él. Plaza de Uncibay: “Málaga cinema, la túnica sagrada” (ni idea de por qué me acuerdo de esa peli en particular) "Plaza de la Merced, cine Astoria, Supermán. Echegaray, Indochina. Calle de la victoria, cine Andalucía, Indiana Jones, calle Alcazabilla, cine Albéniz, Delicatessen". Y así voy paseando, repitiendo mi letanía cinéfilo-nostálgica. Y me da una rabia…pero no puedo evitarlo. Además, me acuerdo perfectamente de con quien fui a ver la peli, de lo que hice antes y después. A veces hasta de la ropa que llevaba puesta.
   El médico decide no darme el alta aún. Tengo que volver la semana próxima.