Cuentan los franceses que los
Templos de Angor fueron redescubiertos por Henri Mouhot mientras perseguía una
mariposa. Nuestra guía camboyana, Bopha, desmiente esta romántica historia y nos
dice que ellos conocían desde siempre el emplazamiento de los templos y se los
enseñaron al francés. En fin. Cosas del colonialismo.
Sea como fuere, hay que
reconocer que son impresionantes, aunque una vez más el exceso de turistas es
capaz de hacer perder buena parte del encanto a la más maravillosa de las
construcciones. Paradójicamente, hemos disfrutado más de algunos templos que se
salen de la ruta de los más visitados que de los más famosos y espectaculares.
Nos llama la atención la poca
vigilancia que hay en algunos, sobre todo los más alejados. En uno de ellos, un
policía intenta venderle su placa a Dani como souvenir. Sin comentarios.
Y a pesar de todo, la sensación
de visitar uno de estos templos en medio de la selva, sentir la fuerza y la
belleza que todavía los habitan, e imaginar lo que debieron ser en sus días de
gloria, es una experiencia absolutamente indescriptible y recomendable.
A la entrada de la mayoría de
los templos hay músicos con unos instrumentos muy curiosos con los que tocan
melodías tradicionales. Son muy agradables y acompañan perfectamente la visita. Suelen ser mutilados por las minas
antipersona que buscan así un modo de sobrevivir sin tener que mendigar, ya que
no cobran nada del gobierno.
También se ven muchos mutilados en la ciudad, que
venden libros sobre la historia de Camboya. Hay montones de mutilados por esta
causa. Se dice que hay una mina por cada dos habitantes. Un promedio
estremecedor. Y localizarlas y desactivarlas es un proceso largo y lento. Y muy
costoso, supongo yo. Así que es un problema (uno más) de difícil solución.
Hemos combinado para nuestra
visita un taxi para el día que fuimos a los templos más alejados (el aire acondicionado
era casi casi imprescindible para sobrevivir) y un tuk-tuk para los más
cercanos. Y nuestra guía, Bopha, nos ha contado un montón de cosas, y no sólo
sobre los templos. Es una chica muy jovencita y muy simpática. Nos llama la atención la cantidad de gente muy joven que hay. La edad media está sobre los 23 años y hay bastantes mas mujeres que hombres. La guerra y el horror también han dejado su huella en la demografía. Como en casi todo.
Nos ha contado que nació en 1981 un campo de
refugiados en la frontera con Tailandia, dónde su familia había tenido que huir
unos años antes a causa de los jemeres rojos. Que era feliz allí, que no
les faltaba de nada y que estaba todo muy organizado. Que su padre era el
encargado de controlar los materiales de construcción y que no se enriqueció
porque no era corrupto, no como otros compañeros que sí lo hicieron. Que luego
se trasladaron a Phnom Penh y estuvo trabajando en una fábrica cosiendo. Que
las condiciones no eran muy buenas (se niega a entrar en detalles), y que si
había que entregar un pedido importante no podían parar de coser hasta que
estaba listo. Que a veces, algunas compañeras se desmayaban de cansancio. Y lo
te lo cuenta todo con una naturalidad pasmosa y una sonrisa perenne. Habla bastante
bien español. Y ahora está aprendiendo ruso. Hay muchísimos turistas rusos últimamente.
A mí, aparte de lo más evidente,
me llaman mucho la atención las obras de
ingeniería hidráulica del imperio jemer y me hace pensar en lo importante que
es la gestión del agua para la supervivencia de una civilización. Sobre todo en
climas con largos períodos de sequía.Yo y mi fijación con el agua.
Le preguntamos a Bopha la causa
de la decadencia de Angkor y nos dice
que fue culpa de los tailandeses. Le preguntamos por la falta de vigilancia en los
templos y nos dice que es culpa de Tailandia. Le preguntamos por varias cosas
más y la respuesta es siempre la misma. Tengo la tentación de preguntarle quién
mató a Kenedy, pero me contengo. Estoy segura de la respuesta.
En fin. Cosas de las vecindades espinosas.
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Después de una siestecita enfrente de Angkor Wat |
A la caida de la tarde,
peregrinamos por los lugares dónde es habitual ir para disfrutar de la puesta
de sol, pero después de la experiencia del primer día, en un templo abarrotado
de turistas, preferimos buscar una alternativa menos bulliciosa, aunque no sea
tan espectacular. Bopha nos lleva a varios sitios que nos siguen pareciendo
demasiado populosos y al final acabamos frente a un río muy bonito en el camino
de entrada de uno de los templos.Completamente solos.

Pasamos unas horas estupendas charlando y cotilleando con Bopha. No deja de admirarme su capacidad para contarte la historia familiar más dramática sin dejar de sonreír. Nos habla sobre su trabajo, su marido, su casa. Según nos dice, la violencia contra la mujer en el ámbito familiar también es bastante corriente. Vaya. No nos privamos de nada. Cambiando de tercio, le preguntamos sobre el montón de mujeres que vemos por la calle en pijama y nos confiesa que ella antes también se lo ponía, porque es muy cómodo, hasta que una amiga rusa le dijo que eso no estaba bien y dejó de hacerlo. Nos partimos de risa las tres. Y Pilar y yo no acabamos de entender, a pesar de sus explicaciones, porqué van tan abrigadas con el calor que hace. Nos dice que es porque les gusta mantener la piel blanca. Eso explicaría que se pusieran manga larga, pero no un jersey de lana de cuello vuelto y una sudadera de borreguito.
Nos cuenta también entre otras cosas que un
cómico muy famoso hizo un chiste con doble sentido sobre el primer ministro en la tele y se
tuvo que ir del país. Que para poder volver a trabajar tuvo que pedir públicamente perdon
al primer ministro. Y que en los programas de tv, los cantantes agradecen
después de cada actuación al primer ministro poder actuar. En fin.
Por la noche vamos con Fernando
y Kola a un restaurante donde lo típico es la barbacoa khemer, que consiste en
un recipiente con brasas dónde se pone una especie de fuente de metal invertida sobre otro recipiente al que se va añadiendo caldo. Unos alimentos se
ponen sobre el metal y otros se cuencen en el caldo. Es muy entretenido, aunque
un poco difícil para los que no estamos acostumbrados. A mí se me escurren
contínuamente los trozos de carne o pescado que intento asar sobre el metal
hacia el caldo, así que al final acabo tomándolos cocidos más que asados.
La historia de amor de Fernando
y Kola es muy bonita. Fernando estaba viajando por Asia con unos amigos hace
unos años. Había alquilado una moto y se había hecho una quemadura con el
escape. Entró a una farmacia y le atendió. Kola. Al día siguiente no había
podido quitársela de la cabeza ni un segundo así que volvió a la farmacia y la
invitó a tomar algo. Ël siguió su viaje pero siguieron en contacto. Tras un
año Fernando volvió a Camboya y consiguió después de mucho esfuerzo que la familia de
ella la dejara viajar a Vietnam con él durante diez días, una cosa bastante
insólita. Después de esto se dieron centa que de quería estar juntos, pero la
situación no era fácil .En Camboya aún hoy, es casi imposible que puedas casarte
con alguien si su familia no da el consentimiento, y además el novio tiene que
pagar una especie de dote a la familia de la novia, condición sine qua non
para que la boda siga adelante. Al final, después de vencer la oposicón de la
familia y de un sinfín de peripecias, lo consiguieron y ya llevan varios años felizmente casados.
Al día siguiente, mientras
Pilar va a una clase de yoga, Dani y yo asistimos a un curso de cocina khemer.
Lo imparten en un hotel muy bonito en medio del campo. Primero nos dan un paseo
y nos van enseñando un montón de especias y cultivos que luego nos servirán
como ingredientes.
Desplazarse por Camboya puede
comvertirse en una hazaña épica en cuanto que tú compras un billete de autobús
supuestamente directo hacia alguna ciudad, pero nunca terminas el trayecto en
ese mismo vehículo. Lo habitual suele ser que de repente, el autobús se pare en
un sitio indeterminado, al menos para nosotros, te hagan bajar, coger tu
equipaje y subirte a otro vehículo más pequeño, generalmente peor acondicionado
y atestado de gente y de equipaje hasta límites que vulneran las leyes de la
física. Cuando todos creemos que ya no cabe nadie más y, por supuesto, ni un sólo bulto más, la furgoneta se detiene, se suben dos personas cargadas de
bártulos y tras unos minutos de acoplamiento, encuentran acomodo y seguimos
camino. Y estos traslados pueden darse varias veces por desplazamiento.
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Detalle de la decoración de un autobús con peli de superwaca de fondo |
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Una de las incontables mudanzas de transporte |
Llegamos a Kratie agotados,
hambrientos y pegajoso, con la intención de comer algo antes de coger el barco
que nos llevará a la ista de Koh Trong cruzando el Mekong, donde vamos a alojarnos en la casa de
una familia local . Pero cuando preguntamos el horario de los barcos, nos
dicen que el último está a punto de salir y que si no nos damos prisa lo
perderemos. Así que no tenemos más remedio que posponer la comida y correr como posesos hacia el
embarcadero. Cuando llegamos al otro lado del río salen a recibirnos en moto. Acomodamos el aquipaje en ellas y nos llevan a la casa de la familia.
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Atardecer sobre el Mekong |
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En la moto desde el embarcadero hasta la casa |
El recibimiento no es muy cálido.
De hecho, no hay recibimiento.Al rato aparece una señora de mediana edad que
suponemos será la dueña de la casa, pero nos es imposible comunicarnos con
ella, ni siquiera por signos, que no suele fallar. Nos habían dicho que uno o
dos hijos de la famiia hablaban inglés por lo que pensábamos que no íbamos a
tener grandes problemas para comunicarnos. La situación no es muy agradable
porque estamos realmente cansados y hambrientos y tenemos más que ganas, necesidad de darnos
una ducha. El calor es insoportable. Por fin aparece el dueño, que chapurrea un
poco de francés y nos indica dónde podemos ducharnos y dónde dormiremos.
La casa es austera, pero agradable.
Consiste en una espacio grande y diáfano dónde hay extendidos alrededor futones
separados con cortinas que hacen las veces de habitaciones. Al fondo, separado
por un tabique, una especia de sala de estar, un baño y la cocina. Sentada en
el suelo, hay una abuela que nos mira con indiferencia. Preguntamos que por qué
no funcionana los ventiladores y nos dice Nong, que así se llama el dueño, que
hay un problema con la electricidad, o algo así intentamos comprender. Nos
miramos entre nosotros pensando en la noche que nos espera con esta temperatura.
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Interior de la casa |
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Al fondo,mi habitación |
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La cocina |
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La parte de atrás |
Tras la ducha, mientras estamos curioseando un
poco por la parte exterior de la casa, aparece del interior una adolescente de unos quince
años que suponemos una hija de la familia, con una cara de cabreo impresionante y recitando una letanía que a pesar
de no entender ni una palabra, nos deja meridianamente claro que lo que va a
hacer lo le apetece nada. Se dirige de malas maneras a una especie de olla
enorme de barro que está llena de agua. Extrae sin grandes dificultades un pez
de considerables dimensiones, todo esto sin abandonar su airado discurso. Ahora
se dirige directamente al pez, como si el pobre fuera el culpable de su enojo y
empieza a golpearle la cabeza con saña contra la mesa. Nosotros asistimos
alucinados a la liturgia sin poder apartar la mirada. Como el pobre pez no
acaba de morir, le retuerce la cabeza con una rapidez y una habilidad pasmosa
y, sin para de refunfuñar, se dirije otra vez hacia la casa.
A pesar del calor y de la situación, nos partimos de risa con la escenita.
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.Exterior. Al fondo, la olla del sacrificio |
Nos sirven la cena que resulta deliciosa
y bastante abundante, consistente en unas setas exquisitas que cultivan ellos
mismos y que cuando las estaban subiendo de la parte baja de la casa hacia la
cocina dejaban un aroma maraviloso a su paso, un pescado de bastante buen tamaño
(que suponemos la víctima de la ceremonia
de la adolescente )pero que a mi no me gustó mucho de sabor, el inevitable
arroz hervido y de postre unos platanitos muy pequeños que tienen un sabor
dulcísimo y unos pastelitos que hacen con arroz y azúcar de caña y se asan envueltos en hojas de platanera. Les pedimos que cenen con nosotros pero sólo accede el
hombre.
Nos cuenta, más por señas que
otra cosa, que trabaja en Kratie en la limpieza, que tiene dos hijos más que
son los que chapurrean inglés pero que están casados y no viven con él, que
allí sólo viven él , su mujer, la adolescente asesina-pescados y su madre. El hombre es agradable, pero los problemas de comunicación hacen que no podamos establecer mucha relación.
Después de cenar Nong se retira
a su salita a ver la tele. Nosotros estamos un poco decepcionados, yo al menos.
No poder comunicarse es bastante frustrante. Y cuando nos acostamos el calor es
insoportable. Para colmo, hay una boda o una verbena en las inmediaciones y
arma un escándalo impresionante.
Cuando ya llevamos un buen rato
acostados y a oscuras, veo pasar sigilosamente a través de la mosquitera a la
adolescente pescadicida. Cuando llega al umbral de la puerta, echa una mirada furtiva
hacia atrás y se quita los vaqueros. Debajo lleva uno de esos minúscilos shorts
que están de moda. Guarda los vaqueros en un bolso, enciende su linterna y se
interna en la oscuridad que rodea la casa. Sonrío pensando que hay cosas que
son exactamente iguales en todas las culturas.