jueves, 11 de abril de 2013

MAMÁAAAA, ESTOY EN LA CONCHINCHINA¡¡¡¡¡










Oigo voces invisibles que cantan
mientras los ojos me cambian
de color.
de color.
de color.

La inteligencia no sirve de nada
si la cabeza te cambia
de color.
de color.
de color.

Cinco semanas en globo
y sin ganas de volver.

Radio Futura


   La misma noche que llegamos a Chau-Doc, después de varios intentos fallidos de búsqueda de restaurante, cenamos en un vegetariano donde he comido el mejor tofu y las mejores berenjenas de mi vida. El pobre Dani se pidió unas alitas de pollo creyendo que eran de pollo de verdad, para descubrir que eran de tofu. Todo lo que anunciaba en la carta como ternera o pollo, eran hechos con tofu. Aquí lo venden por todos lados, y en todos los restaurantes tienen platos elaborados con él.
   Al día siguiente viene a buscarnos temprano una chica que nos acompañará en nuestra visita al mercado flotante de Chau-Doc, a una piscifactoría y a una aldea Cham, la etnia musulmana. Se llama Tang, y tenemos que poner los cinco sentido para entender su inglés. Es agotador, pero lo compensa con su simpatía. Para acceder al barquito tenemos que pasar por un callejón muy estrecho con casas muy pobres a los dos lados. Las casas (por usar un eufemismo para chabola) están construídas sobre largos pilares en el río
casas en el río en Chau-Doc



. Lo primero que visitamos es el mercado flotante de Chau-Doc. Es el primero que vemos y nos parece muy curioso. Tang nos explica que ponen un mástil con los productos que cada barco vende. 
Cuidando el altar del barco



La vida en el barco



   Los vendedores del mercado flotante viven en sus barcos y es muy curioso ver escenas de su vida doméstica en ellos. Tienen sus altares y me hace gracia ver que muchos tienen hasta sus macetitas que cuidan con esmero.




   Luego vamos a una piscifactoría. Los peces los crían debajo de las casas flotantes, contenidos por unas inmensas redes. Fabrican también pienso para el pescado. El olor es nauseabundo. Uno de los trabajadores nos da un cazo con comida para los peces y abre una trampilla en el suelo. Cuando echamos una pequeña cantidad de pienso la reacción es espectacular. El agua parece que entra en ebullición y se vuelve un amasijo de peces furiosos y hambirentos que nos salpica a todos de arriba abajo. Los hay de todos los tamaños, algunos enormes. Tengo buen cuidado en no acercarme mucho porque estoy convencida que si me cayera los peces me devorarían en dos segundos.

Peces en la piscifactoría




 Tang nos explica que estas fábricas, de las que hay varias en Chau-Doc, tiene una producción muy grande, que dedican en su mayoría a la exportación.

   Mientras vamos de las piscifactorías al poblado Cham, que es la etnia musulmana. En el trayecto, Tang nos cuenta que tiene 23 años y que acaba de romper con su novio. Que ha estudiado turismo, pero que tiene que mejorar su inglés. En eso, al menos, estamos todos de acuerdo.
   El río Bassac, que es un afluente del Mekong, está llenode jacintos de agua, que se juntan en volubles jardines en la orilla unos, y otros, los más aventureros, se desplazan rápidamente por el cauce, como si fueran icebergs vegetales, buscando otros horizontes. Me parece recordar que es una especie bastante invasiva y que en algunos sitios da bastantes problemas, pero a mí me gusta pensar que son flores que se rebelan contra su destino a estar toda la vida plantadas en el mismo sitio, viendo siempre el mismo paisaje, y deciden buscar nuevo horizontes. 

Jacintos de agua

   La aldea es muy pequeñita. Nos recibe el inevitable enjambre de niños mendigos y tiendecitas de souvenirs y quincallas varias a los dos lados. Cada vez que consigo comprender algo de la explicación de Tang, voy toda orgullosa a traducírselo a Pilar Y Dani, y resulta que ellos están muy contentos por haber entendido algo completamente diferente.
   La ocupación principal es la agricultura, aunque también hay telares y en la parte que da a la carretera, pequeños comercios que venden un poco de todo. La mezquita también es colegio.

Mamá pata con sus patitos

Casa-barco en a aldea Cham




Aldea Cham




Mezquita


   La pobre Tang está muy apurada con nuestros problemas para entenderla, así que cuando estamos volviendo al barco nos regala a Pilar y a mí un jacinto de agua. Le decimos que no se apure, que la entendemos perfectamente. Creo que en ese momento nos creció la naríz por lo menos 3 mm.


  Después de la visita le pido que me acompañe a comprar una tarjeta sim vietnamita y me ayude a entenderme con los vendedores que no hablan inglés. Después de explicarme las condiciones y yo decirle que me parecen bien, la veo con un taco de tarjetas en la mano, mirándolas una a una muy detenidamente. Cuando lleva miradas unas doscientas, le pregunto que qué pasa y me dice muy seria que está eligiendo un número bonito para mí. Claro. Cómo no se me había ocurrido. Me dice que el once es su número favorito y yo le digo que el mío también. Se pone muy contenta. La numerología es lo que tiene, que une mucho.

   Después de la excursión me ha pasado una cosa muy curiosa. Un espejo en una tienda me ha pillado desprevenida y no me he reconocido en él. Me he quedado un rato mirándome, cómo si la desconocida que me devolvía la mirada desde el otro lado no tuviera nada que ver conmigo. Tenía la cabeza en otra cosa y al principio no sabía que pasaba. Sólo que había algo que no funcionaba. Hasta que me he dado cuenta de que yo no parezco yo. Llena de canas, de manchas solares, el pelo reseco, la ropa estropeada y deformada (llevo muy poca en la maleta y tengo que lavarla continuamente porque aquí se suda una barbaridad).

   Y estoy envejeciendo. Hay rachas en las que parece que la cosa se ralentiza, incluso que se detiene. Y otras en las que cada día me descubro una nueva arruguita, un cambio nuevo en mi cuerpo. No es agradable, pero es lo que hay, y hay que asumirlo con dignidad, y sin obsesionarse demasiado. Yo creo que todo esto es culpa del microchip que me inocularon en la frontera. También me ha afectado a la vista. O eso, o aquí ponen las letras de todo muuuuy chicas. Porque presbicia no va a ser. Qué vulgaridad. 


   Decido que voy a dejarme las canas, pero luego me entra el pánico y me digo que a los cincuenta. Dentro de poco. Así que me voy a un salón de belleza a que me las quiten. Toda una experiencia. Yo sentada en el sillón de a pelu, y una nube de chicos y chicas, capitaneados por el que supongo dueño del negocio, que tiene una estética en plan Tokio Hotel, pero más madurito,  hablando entre ellos muy alterados, señalando mi pelo, cogiendo mechones de cuando en cuando, moviendome la cabeza de un lado a otro. Yo cierro los ojos y rezo a todos los dioses. Detesto las peluquerías. Detesto los “cambios de look”. Creo que he dejado lo suficientemente claro que sólo quiero que me quiten las canas y que me dejen mi color, pero aquí nunca se sabe.

   Tras largas discusiones y debates sobre mi cabellera, se disponen a comenzar. Creo que en toda mi vida anterior junta no ha habido tanta gente preocupada por mi cuidado capilar. Cuando terminan, la legión de estilistas se retira cada uno a un rincón. Unos se duermen, otros cuchichean, una de las chicas saca un papel y se pone a cantar. Lo mejor es que el suelo está lleno de pelos de clientes anteriores que nadie se molesta en recoger. Me dan unas ganas terribles de decirles que cojan la escoba y se pongan a barrer, pero me aguanto, claro. A final todo acaba bien. Lo más sorprendente fue después de enjuagarme la cabeza. Me pasaron a un salón aparte y una chica me dio un masaje estupendo que me encantó, y eso que yo no soy muy de masajes. 

  Chau- doc ha sido sólo una parada técnica para no hacer un trayecto tan largo hasta Saigón, pero a mí me ha parecido un sitio agradable y además no hay demasiados turistas. De aquí nos vamos hacia Kan Thó, la ciudad más poblada del delta del Mekong, para ver los mercados flotantes más grandes y famosos.
   Me compro una ración de tofu y berenjenas en el vegetariano que me gustó tanto para el camino en autobús. El tofu aquí es delicioso en general, pero este es el mejor que he probado.

   En el trayecto, me llama mucho la atención, la cantidad de fabricantes de ataúdes que encontramos. Los ataúdes además son tremendamente grandes y ostentosos.

 Aldeas, pueblos, plameras, campos de arroz. En esta época los campos de arroz están preciosos, una alfombra de verde brillante.

   En el hotel de Kan thó vuelvo a tener vistas al muro de enfrente. Qué pena¡



4 comentarios:

  1. El panga de mercadona viene de Vietnam. El panga es un pescao

    Bss

    Ch.

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    1. siiiii. Aquí hay mucho, pero a mí no me gusta nada.Besos

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  2. La mujer del mercado cantando con su retahíla.,, y lo bien que la imitaste!
    Y el viajecito en bus del año de la polca, con sacos y bichitos, parando y a veces andando.., vaya que en un trayecto de 80 km tardamos mas de 4 horas... Por esas calles de pueblo, o eran carreteras?
    Pero finalmente nos recogieton los tres motoristas taxistas y parecia que volaaaaabamos.
    Cristi me gusta mucho como cuentas las cosas!
    Besitos

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    1. Piiiii hay más de un video memorable de este viaje eh? jajaaaa.Besitos cariño


      b

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