lunes, 15 de abril de 2013

DE CAN-THÓ A SAIGÓN


Meus sonhos são barcos que descem o rio
Em busca do mar que reluz no horizonte
E fogem da sorte dos pobres vadios
Que saltam pro céu despencando da ponte
Os barcos são coisas que as águas carregam
E às vezes não trazem de volta jamais
Meus sonhos são barcos seguindo com pressa
E muitos se quebram nas pedras do cais

Barcos. Rosa Passos



   La excursión que nos toca en Can- Thó es para ver los mercados flotantes, pero por aquí tienen montados los tours en paquetes inamovibles y es casi imposible modificarlos. A éste, le han añadido un paseo por los canales pequeños del río ( que nos apetece) y una visita a una fábrica de noodles. No estamos muy seguros de sí queremos hacer esto último, pero el precio es el mismo con visita y sin visita, así que aceptamos. Al fin y al cabo, nunca hemos estado en una fábrica de noodles.


   En CanThó también discurre la vida de la ciudad alrededor del río. Al caer la tarde, el paseo de la rivera se llena de gente, familias, parejas. Aquí, al contrario que en Camboya, sí vemos parejitas de la mano e incluso agarrados de la cintura. La mayoría compra algo de comer y beber en los puestos callejeros y lo consumen en la orilla.

   A las cinco y media de la mañana estamos ya en la barquita que nos llevará a hacer la visita. Otro amanecer sobre el Mekong, aunque éste es en realidad  un afluente llamado Hau.



   Uno de los mercados flotantes, Cai Rang, es bastante grande y ruidoso, los barcos van a motor y son muy grandes. A pesar de ser bastante más famoso que el de Chau doc, yo tampoco encuentro tanta diferencia. Luego visitamos otro más pequeño y tranquilo, Phong Dien. Aquí los barcos son más pequeños y van a remo, por o que resulta mucho más tranquilo que el otro.

Mercado flotante de Cai Rang


el mástil con la mercancía que venden



   En la travesía, nuestra guía nos confecciona en un periquete unas figurillas preciosas con unas hojas flexibles que coge de la orilla y unas flores. Se llama Tui y es una cachonda. Aunque también nos cuesta mucho entender su inglés, esta al menos es más vivaracha y espabilada para explicarse, y está todo el tiempo gastándonos bromas, a veces un poco bruscas.

  El paseo por los pequeños canales es una auténtica maravilla. Todavía no hace calor, aunque ya va empezando a calentar el sol, y el paisaje, con los manglares a los lados, campos de arroz, casitas desperdigadas, es impresionante. Se supone que íbamos a ver monos, pero no vimos ni uno. Y  tampoco es que tuviera gran interés, la verdad. Me encantan los animales, pero los monos no son especialmente santos de mi devoción. Quizá porque se parecen demasiado al hombre.

canales del río en Can-Thó





   Cada dos por tres, Tui tiene que detener la embarcación y limpiar el pequeño motor porque se atasca con bolsas de plástico. Es terrible. Yo cada vez tengo el impulso de decirle que no las vuelva a tirar el río, pero no creo que sirva de nada. Me paso el día rechazando bolsas de plástico que aquí te ofrecen por todas partes. Ya sé que es absurdo, pero no lo puedo evitar.








   La visita a la fábrica de noodles, contra todo pronóstico, nos gustó mucho. Fue bastante interesante ver el proceso de elaboración. Nunca me había planteado cómo se haría, y me gustó conocerlo. Además, tomamos un café vietnamita que estaba absolutamente DELICIOSO. Y con leche condensada uhmmmm, que combinación tan acertada¡¡

Café vietnamita

Fábrica de noodles








     Cuando llevamos un rato navegando por los pequeños canales, le pido a Tui que pare un momento el motor, que hace un estruendo horrible. Me apetece escuchar el canto de los pájaros, el zumbido de los insectos. Nos invita a pasear un rato entre los campos de arroz y aceptamos. Este paseo ha sido de lo más bonito que hemos visto hasta ahora, no ya solo por a belleza del paisaje, sino por la sensación de paz que se respira.




Barcos con ojos pintados en el puerto de Can- Thó



   Cuando bajamos de la barca vemos que Tui nos mira con cara de pocos amigos. Parece que en algún momento hemos hecho algo que la ha ofendido mucho, pero no tenemos ni idea de qué. Intentamos darle la propina pero la rechaza airadamente. Nos sentimos fatal. Primera lección: el carácter vietnamita no es el carácter camboyano. Aquí, los vendedores son bastante más pesados al ofrecer sus mercancías, como les digas que no o les ofrezcas un precio que no les parece, se cabrean y hasta te empujan, si hace falta. Mi madre diría que son unos “picones”. Aunque la mayoría de la gente no es así, claro, sólo algunos vendedores.

   Al día siguiente partimos hacia Saigón, que ahora se llama Ho Chi Ming, aunque a mí Saigón me suena mejor. Lo que primero nos llama la atención es la cantidad ingente de motos que circulan por las carreteras. Es impresionante. Saigón es la ciudad con más motos del mundo.

En Saigón


También hay muchas bicis



tienda de cascos



   Nuestro hotel está situado en una zona que es tipo la Kao San de Bankok, quizás un poco menos ruidosa. Vamos a cenar y a dar una vuelta. El calor es impresionante, y con la caída de la noche no refresca nada.

para que veais que no soy una exagerada


 Quizás es que hasta ahora no he tenido mucha suerte, pero la comida vietnamita no me está gustando tanto como la camboyana o la tailandesa. Cuando cojo una carta, suelo pedir algo que no conozco, para probar, y últimamente todo lo que pido son sopas. Unas están pasables, otras buenas, la mayoría malas. Aquí tienen una afición enorme a lo que yo llamo “sopa de ofnis” (objetos flotantes no identificados) y la comen todo el tiempo, en todas las comidas. Pero yo, la verdad, a estas temperaturas, no me apetece comer sopa. Así que cuando hago la comanda en un restaurante y veo a un vietnamita venir hacia mí con un cuenco en la mano, se me abren las carnes. Pero me aguanto y me la tomo. Hay que asumir los errores, y yo soy muy disciplinada

   En nuestro primer paseo por nuestro nuevo barrio, nos han llamado mucho la atención las peluquerías. Las peluqueras son en cada establecimiento una legión de chicas jovencísimas, monísimas, con minifaldas y escotes de vértigo. Y hay un montón. Dani dice que ha leído por internet que la prostitución está prohibida y que en las peluquerías hay tantas chicas porque te quieren hacer sentir como a una estrella de Hollywood. Pilar y yo tenemos otra teoría, claro. Al día siguiente cuando volvemos a pasar por delante, intento hacer unas fotos y la vendedora de frutas de la puerta empieza a hacer aspavientos y me dice que de fotos nada. Al final consigo hacer alguna de tapadillo, pero en las menos espectaculares. Se ve que aquí no se pueden fotografiar las peluquerías.

Peluqueríaen Saigón

No entiendo por qué Pi no deja que Dani se corte el pelo en Saigón


    La verdad es que simple vista no hay ninguna evidencia de que estemos en un país comunista. Apenas vemos banderas con la hoz y el martillo, sólo alguna bastante disimulada, y Saigón está lleno de centros comerciales ultralujosos. Al igual que China, Vietnam comenzó sobre los años ochenta una apertura económica, tipo perestroika, que  aquí llamaron Doi Moi  y hoy se puede decir que tienen una economía abiertamente capitalista.

Centros comerciales de lujo en Saigón



   El calor es insoportable. A ninguna hora refresca, y tenemos que ir haciendo paradiñas de cuando en cuando en algún local con aire acondicionado porque si no nos empezamos a encontrar mal. Nos sentamos un rato en un parque y de repente vemos que se empieza a arremolinar gente en un punto. Al acercarnos vemos que ha caído un trozo de comida en el césped y hay varias ratas dando buena cuenta. De un seto cercano van saliendo cada vez más, hasta que llegan a juntarse más de veinte. La mayoría salen de seto, comen un poquito y se van otra vez corriendo, pero hay una grandota que no se aparta ni un momento del trozo de comida. Los locales miran el espectáculo con indiferencia. Los turistas hacen grandes aspavientos, sobre todo las mujeres. Yo pienso que si tuvieran la colita peluda y arqueda hacia arriba diríamos que son encantadoras y nos tomaríamos fotos con ellas.
 
   Pilar había pensado bajar mañana por la mañana temprano a hacer yoga en el césped del parque, pero después de esto dice que no lo hará. Dani y yo la animamos a que baje, y le auguramos que tendrá un montón de “alumnas”. Empezamos a imaginar a las ratas en plan "ratatouille" haciendo el saludo al sol en su esterillita (el calor nos hace pensar tonterías) y nos morimos de risa. De ahora en adelante, cada vez que vemos una rata usamos la palabra “alumna”. Y cuando vemos ropa atrevida, decimos “ropa de peluquera de Saigón”.
   Al día siguiente, visita turística. La catedral de Notre Dame, horrorosa, el edificio de correos, nada del otro jueves, la Ópera pasable. A nivel monumental, la ciudad no tiene gran aliciente.

Catedral de Saigón

Edificio de correos

Edificio de correos
 El palacio de la reunificación, interesante a nivel histórico y con unos jardines muy bonitos. La instantánea del momento en que un tanque norvietnamita atraviesa la verja del palacio se ha convertido en el símbolo de la reunificación .En el museo de la guerra me dio un chungo por el calor. Está ubicado irónicamente en lo que fue la sede del servicio de información de EE.UU., y antes se llamaba Museo de Crímenes de Guerra Americanos, pero le cambiaron el nombre, supongo que cuando la apertura económica.

   En el exterior, parafernalia bélica por un tubo. Me acuerdo de mi amigo Sergio, que seguro que se sabe todos los nombres de todos estos engendros. A mí me horrorizan estas cosas, no lo puedo evitar.



 En el interior, más vitrinas con armamento variado. Imposible no acordarse de Apocalipse Now, aunque no sea santo de mi devoción. El museo está dividido en varias secciones, algunas haban de los niños durante la guerra, otras del apoyo internacional durante el conflicto, otras de las barbaries cometidas por los americanos.




 Hay también una exposición de fotógrafos de guerra muy renombrados. Algunas fotos son espeluznantes. Relatos de historias terribles, masacres, violaciones masivas. Historias de los soldados americanos que desoyeron órdenes y escucharon su conciencia. De cómo pagaron por ello. Sólo fotos e historias. No hace falta más. La verdad es que la guerra de Vietnam no fue una guerra cualquiera, fue un punto de inflexión en el que cambiaron muchas cosas, como la relación entre militares y civiles, o entre periodistas y políticos.Y puso en evidencia los límites en el uso de la fuerza y sus consecuencias para ambos bandos.

   Hay una sala específicamente dedicada a las consecuencias del agente naranja. Paisajes antes y después de la guerra. Malformaciones horribles, afectados genéticamente. Las consecuencias todavía hoy perduran. Para mí, esta sala es la peor.Cuesta tanto creer,  y es tan desmoralizador,viendo estas cosas, que no sirva de nada, que no hayamos aprendido nada…

   Por la noche vamos a ver un espectáculo de marionetas muy famoso que se desarrolla en un medio acuático y representa imágenes tradicionales de la vida rural vietnamita. Me encantó.

Espectáculo de marionetas acuáticas



   Y las motos. No se si he dicho ya que Saigón es la ciudad del mundo con más motos. Aquí la modalidad de cruce es distinta. Te tiras, haciendo un acto de fe, y vas andando manteniendo en lo posible una velocidad constante e intentando no hacer movimientos bruscos. Y ellos te esquivan. Al menos eso dicen. Tiene su ciencia, tienes que ir mirando constantemente hacia todos los lados porque los vehículos van en todas direcciones. Y cuando digo en todas, digo en todas. Lo único que falta es que caigan motos de cielo. 

   En general hemos comido bastante bien en Saigón. Una noche nos perdimos por unas callejuelas y encontramos un sitio enorme con montones de vietnamitas comiendo una especie de berberechos grandotes y nos sentamos a probarlos. Estaban deliciosos. Como no acertábamos a abrirlos, el camarero muy amablemente se sentó con nosotros y nos enseñó como hacerlo.


En la misma calle dónde comimos

Aquí os altarcitos no son nada bonitos

Hay por todas partes gente jugando

la imaginería católica pasada por la estética asiática es lo más

tropecientas clases de arroces

 

 Pero la gran mariscada de despedida nos la dimos en el mercado de Ben Thanh. Ambientazo nocturno, baratísimo y encima la camarera te pela las gambas. Increíble. A Dani eso le encantó. Nos pusimos las botas y luego en el mercado me compré un Ao Dai, el traje típico vietnamita, que me encanta. No ocupa mucho y no he podido resistirme. 

marisquería en el mercado central


La trona de bambú es donde llevan algunos a los bebés


   Desde el principio del viaje, Pilar y yo estamos jugando un juego que hemos bautizado como “el juego del minimalismo”. Pi tiene problemas para minimizar y este año se ha propuesto mejorar. A mí se me da bastante bien y le comenté que tengo el truco de dejar algo en cada hotel, y así lo estamos haciendo. Cada vez que abandonamos un hotel nos preguntamos mutuamente qué hemos dejado. Al principio era más fácil, pero con el tiempo se va complicando. Pero siempre hay algo superfluo. A veces hacemos un poco de trampa, como dejar un bote de champú vacío, o el manual de instrucciones de la cámara,  pero como es mi juego y me lo he inventado yo, pongo las reglas que me da la gana, ea.

  





  

4 comentarios:

  1. Hooola. Sí, sí los hay, lo digo por lo de los comentarios. Leo ávido éste dazi-bao,...uy lo que he dicho, pero publicitario,y el de hoy me ha encantado lo mire por donde lo mire.Aquí la mary leyendo la cartilla a los viet, surcando pedazo de ríos, el padre Ebro creo se quedaría a veces pequeñito con sus homólogos viet, el calor que relata la narración llega hasta la costa del sol y ya me hace sudar ya, que si las pelus y las pilindinguis, que si calles y más calles con "amotos", gente y mucha gente, y que si aquella horrible guerra como todas las guerras. Vaya, un pedazo de viaje. Bueno, también Mafalda odiaba las sopas, pero hay que hidratarse. Aquí amiga Zambra detrás de tu progenitora a ver si se estira un poco y le da un boquerón crudo; porque los gatos beben poco, no se como lo llevarán los gatos viet,esta gata no tomaría sopa, sería una gata antisopa. En BCN también se explota en los mercados el aliciente de cocinar lo que venden en el momento, aunque por estos lares nos estamos haciendo muy raritos y así nos va,así de regulin. Pues ¡ála¡ haber si encontrais una recachita de aire fresco hacia el norte que os la mereceis. Sabios y acertados comentarios de Dani, será porque es marinero y está hecho un brazo de mar. Saluditos también para Pilar-yoga y para Cris-sopaspuaf, jaja.

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  2. Cris!! Ya tengo guasa.
    Ch.

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  3. Es hermoso, me he quedado sorprendido de todo lo que se pierden las personas que se quedan en un solo lugar. Lo que mas me asombra es como los diferentes lugares traen consigo diferentes platillos y manjares.

    Me gusta mucho tu juego del minimalismo. Yo soy de los que piensan que se debe viajar lo más ligero posible. Lo aprendí a la mala jejeje

    Cuidate mucho por allá. Te sigo leyendo. ¡Ánimo!

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