Cada vez que compro algo en un
almacén de aquí, no dejo de alucinar con la cantidad de gente que te atiende y con
el proceso de venta tan complicado. Por ejemplo, entro a comprar un pen drive,
porque un año de fotos y de documentos es demasiado para mi pobre ordenador. Me
recibe una chica encantadora que habla inglés bastante bien. Le digo lo que
quiero y me acompaña a un mostrador donde otro chico escucha su traducción y
empieza a sacarme diversos modelos. Cuando me decido por uno, la chica amable
vuelve a acompañarme a otro mostrador donde me dan una especie de albarán. De
ahí, me lleva a la caja, donde pago y me dan otro papelito con el que tengo que
dirigirme a otro mostrador donde después de un buen rato, me entregan mi compra. Agotador. La mano de obra debe ser
baratísima. He comprado así varias cosas y siempre es el mismo proceso, sin
apenas variación.
De Saigón hemos decidido coger
un vuelo hasta Danang para ir a Hoi An, que es nuestro próximo destino, porque
en tren o autobús son un montón de horas y los vuelos internos son bastante baratos.
En menos de una hora hemos llegado.
En el camino desde el aeropuerto de Danang
hasta Hoi An, podemos ver las peculiares barcas redondas que usan aquí los
pescadores. Parece ser que el origen de estas embarcaciones se encuentra en que
los franceses durante su dominio, gravaban con fuertes impuestos a los barcos,
por ello los pescadores decidieron construir estas barcas redondas que no podía
considerarse embarcaciones y por consiguiente no pagaban impuestos.
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Barcas redondas de Hoi An |
En Hoy An hemos decidido
regalarnos unos días de relax en un hotelito apañao. Cuando llegamos, el hotel
nos parece una pasada para el precio que vamos a pagar. La habitación inmensa e
impecable. Los jardines y las piscinas, cuidadísimos y preciosos. Y estamos en
la misma orilla de río, con un embarcadero desde donde sale un barco que nos
lleva al casco antiguo. El desayuno es fantástico y además, todos los días a
las 4 de la tarde, hacen en los jardines una especie de pic-nic con música y
comida y bebida vietnamita gratis. Al final, vamos a ahorrar y todo.Ayy, lujo
asiático(más o menos) e higiene europea. Qué deliciosa combinación.
Me recreo
en mi habitación. No es que hasta ahora hayamos estado en ningún sitio cutre de
verdad, salvando quizás algún tren nocturno que sí fue un poco chungo, pero la
mayoría han sido bastante austeros, así que ahora, y con cinco días por delante
para disfrutarla, me recreo en la abundancia.
Lo mejor es que la temperatura
ha descendido notablemente y es una delicia pasear o simplemente estar sentada en una terraza. Después del calor que hemos pasado, esto nos parece
maravilloso.
A las 4 bajamos a ver de qué va
el picnic de comida vietnamita que ofrecen gratis en el jardín y está
estupendo. Nos ponemos las botas los tres. Lo único que no me gustan son las
bebidas. El vino de arroz no me entra, el té es té rojo que no me gusta y la
sopa dulce, un jarabe superazucarado con alubias. Pero la comida está muy buena.
Incluso la sopa.
Luego vamos a dar una vuelta
por el casco antiguo.Ya se han encendido los farolillos y no hay demasiada luz
eléctrica, lo cual le da a las calles un ambiente muy especial, casi mágico.
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Templo en Hoi An. |
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Vendedora de farolillos flotantes |
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Una de las innumerables tiendasde Hoi An |
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El puente cubierto japonés |
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Farolillos de seda |
La ciudad está plagada de sastres que se comprometen a
hacerte un traje en un tiempo récord y por un precio mucho más barato que en
occidente. Yo no le veo muy buena pinta, pero decido que intentaré que me
arreglen mi Ao Dai comprado en Saigón, que me queda un poco grande. También es
un sitio con fama de buenos restaurantes. Desde luego, por falta de oferta no
será. Abundan las galerías de arte, algunas bastante interesantes. Y
muchas tiendas de seda y otras telas. La ciudad no puede negar su pasado
mercantil, porque yo creo que debe haber más tiendas que habitantes.
Cuando visitas las casas
antiguas, les encanta indicarte la huellas de las diferentes riadas que ha
sufrido la ciudad. Una leyenda vietnamita dice que hay un dragón
escondido dentro de la tierra que tiene la cabeza en la India, la cola en Japón y el cuerpo en Vietnam, y que cuando se mueve, provoca las más terribles desgracias como
inundaciones, terremotos, tsunamis, etc. Espero que esté bien dormidito.
No hace falta decir que Hoi an es un sitio muy turístico. Pero es de esos sitios que, a
pesar de soportar la invasión, conserva todo su encanto o al menos buena parte de él. Eso
tiene mucho mérito.
Nos sentamos en un banco a observar una especie de puestecillo que están montando unos chicos. Resulta ser un juego tradicional bastante parecido al nuestro de la piñata. Cuelgan una especie de orcita de barro, y le dan al "concursante" algo parecido a un bate de madera y una careta de bambú. Tiene que alejarse unos pasos y luego a ciegas intentar acertar. A principio no acude nadie pero poco a poco va llenándose y al final se monta una auténtica batahola de gente y de ruido, porque cuando los amigos del que intenta darle a a orza le dan indicaciones, el dueño de la paraeta se poner a resonar una especie de cacerola que hace un ruido infernal. Es muy divertido y nosotros no paramos de darle indicaciones, que por supuesto, no comprende nadie. Me complace ver a la gente joven divertirse de una forma tan sencilla e inocente. Bastante mejor que el botellón.
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Piñata vietnamita |
Al día siguiente decido quedarme en el hotel descansando y disfrutando de la piscina y los jardines. En la orilla del río hay columpios y tumbonas y es un placer mirar pasar las barquitas. Por la tarde salgo a dar una vuelta
y a hacer algunas compras. Si te sales un poco de las zonas más
trilladas por los turistas, todo es bastante diferente. Tardo casi una
hora en recorrer una calle porque la gente sale a saludarte y a
enseñarte los niños.. es muy agradable. Entro en una tienda. Hace semanas
que echo de menos ponerme un poco de colonia fresquita,
de baño, pero no encuentro por ninguna parte. Ya se ha convertido casi
en un deporte intentar encontrarla cada vez que veo un sitio donde
venden artículos higiénicos ¡hasta sueño con el bebé pelón de la colonia
nenuco¡. La chica de la tienda no habla inglés. Por señas intento
hacerle entender que quiero colonia. Después de muchos intentos
fallidos, me saca un bote de perfume para hombre que huele a rayos. Luego lo intento con el gel, que es más fácil. Se ha ido
acercando gente y ahora tengo a mi alrededor un corro de ayudantes que
intentan interpretar mis gestos. Por ejemplo, hago como que me ducho
(con efectos sonoros imitando el agua y todo) y empiezan cada uno a dar
su opinión con grandes gritos y aspavientos. De repente se ponen de acuerdo y la tendera me saca triunfante un bote de desodorante. Vuelta a empezar. Lo peor ha sido el body milk. Cuando por fin he conseguido hacerme entender, me ha sacado varios pero todos con blanqueante para la piel. Desisto de conseguir uno normal, además , juraría que aquí no existe. Hasta el desodorante es blanqueante. Espero que no funcione¡. Vuelvo al hotel cargada con mis tesoros y después de haber pasado un rato muy divertido.
Cuando cae la tarde voy a la ciudad antigua a pasear y comprar una botellita de vino. Tiene gracia que haya tenido que venir hasta aquí para
descubrir unos caldos chilenos y australianos más que aceptables, y a
unos precios asequibles.
Esa tarde, mientras estoy viendo la puesta de sol desde la orilla del río, de repente empiezan a pasar cientos de farolillos flotantes y unas barquitas de las que sale una música muy emotiva. Me explica el relaciones públicas del hotel que los días 1 y 15 de cada mes hacen esta ceremonia para honrar a los antepasados. Es una imagen bellísima. Mi cámara no hace fotos con tan poca luz, así que me siento y disfruto del espectáculo.
Hoy An fue uno de los puertos más
importantes durante lo siglos XVI y XVII,
y en él se asentaron un gran número de chinos, japoneses,
holandeses e indios, pero sobre todo lo que ha quedado es una gran influencia
china, que se deja ver por todas partes, aunque el monumento más famoso, (y el más fotografiado) el
puente cubierto, es japonés. Se construyó sobre 1600 y tiene una pequeña pagoda en
uno de sus costados. En un extremo del puente hay una estatua de un
perro y en el otro de un mono. Esto es porque se empezó a construir en el año del perro y se terminó en el del mono según el calendario chino.
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El perro mola |
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El mono, no |
Fue una parada importantísima en la ruta de la
seda y de las especias. La seda. Hay seda por todas partes y, por supuesto, no
puedo evitar acordarme continuamente de la pequeña joya literaria de Alessandro Baricco.
Aunque se desarrolle en Japón,hay algo en este lugar que me hace recordar un
poco obsesivamente esa historia. . A lo mejor es que Hervé Joncour pasó por
aquí en sus viajes. Me han entrado unas ganas tremendas de volver
a leerla. Me acuerdo que la primera vez que la leí no me gustó demasiado. La
encontré excesivamente lacónica, un poco raquítica. Pero decidí darle una segunda oportunidad y me
apasionó. Me pasa a veces. No sólo con las novelas. Me pasa con las ciudades,
con las personas. Recuerdo también que curiosamente la primera vez me pareció
una novela de viajes, y la segunda una historia de amor. Tremenda. Lo que es capaz de hacer alguien por una simple mirada, por un mensaje en un trozo de papel de arroz. Cómo me gustaría volver a leerla aquí..
Son muy famosos también sus
farolillos de seda y es todo un espectáculo como al atardecer, cuando va
declinando la luz, empiezan a encenderse por todo el
pueblo. Es todo un ejercicio de autocontrol no comprar alguno, porque son
realmente bonitos y muy baratos, pero para mí es imposible. Tengo estrictamente
controlado lo que puedo llevar de equipaje y desde luego, no hay lugar para farolillos
de seda. Para lo que sí me he saltado mi norma es para comprarme un saco de
dormir. De seda, claro. Los venden por todas partes a un precio irrisorio y es un auténtico
placer dormir en él y sentir el tacto de la seda sobre la piel. Además no ocupa nada ni pesa y es tremendamente útil en
algunas ocasiones como trenes nocturnos, por ejemplo. Estoy encantada con mi compra.
Para visitar la ciudad vieja
tienes que sacarte un ticket y con él puedes ver seis monumentos. Para mí,
algunos han sido decepcionantes. Otros me han encantado. He visitado algunos
sitios donde no hacía falta entrada que me han parecido fascinantes y otros dónde sí era necesaria, que
me han decepcionado. Y una cosa curiosa, las casas antiguas que te ponen como visitables,
a final a veces resultan ser tiendas encubiertas sin apenas interés. Y sin
embargo, algunas tiendas en las que he entrado que no figuran en ningún sitio,
son una auténtica maravilla.
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Puente por el que se accede a la ciudad vieja |
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Tienda de farolillos de seda |
Como hemos estado cinco días en
Hoi An hemos tenido tiempo de sobra para ver todo lo que queríamos e incuso
familiarizarnos con la vida de la ciudad. Lo que al final me he quedado con las
ganas es precisamente de ir a la playa, porque el último día que había reservado
para eso, amaneció lloviendo. Otra vez será.
Yo sigo con mis problemas de comunicación. Hoy estaba sentada tomando un café y el camarero va y me dice " Do you want some pú?" Dios mío, qué será pú? mis meninges empiezan a trabajar sin descanso mientras pongo cara de idiota .El camarero un poco ofendido, lo repite varias veces hasta que en un intento dice pus, en vez de pú. Como tiene la cara llena de pústulas y un algodón en la oreja, cuando dice lo de pus debo poner una cara peor aún que la anterior. Al final me suelta "Do you want some to eat? ahhh. No, no. Gracias.
Estoy desarrollando una cierta tendencia a comer con bloody maris. Estoy harta de agua, he intentado la coca cola pero no la soporto, el vino por copas es difícil de encontrar, y caro. Y he descubierto que los bloody marys los hacen buenísimos, muy picantitos.
Y al fin y al cabo, el tomate computa como verdura, no?
Buenas noches viajera me encanta tu blog.
ResponderEliminarcuidadin con los bloody marys mas que nada como
tu dices por la verdurita ,
um besote.
Espe