Dale gas.
No puedo parar.
Mi cara contra el viento
nunca me hará regresar.
Dale gas.
No puedo parar.
El viento salvaje
se ha llevado mi equipaje.
Dale gas.
Viento Salvaje. La Frontera
Se me olvidó contar que cuando levábamos una hora de camino en la minivan, uno de los chicos
le dice al conductor que se siente mal, que abra la puerta. El conductor se
enzarza en una discusión en vietnamita con el de la puerta. Mientras, el chico
va pasando del blanco al gris y luego al verde. Todos empiezan a gritar “abre
la puerta, ABRE LA PUERTA¡¡”. En el último momento, la abren y el chaval echa
hasta la primera papilla. Todos los demás empiezan a gritar y aplaudir. Muy
divertido. Menudo finde me espera.
No sueltan en
un barco desvencijado y con una apariencia no demasiado prometedora. Lorena me
dice que no tiene nada que ver con las fotos que le enseñaron. Yo ni siquiera
me había molestado en mirar las fotos. Cuando entro, vislumbro a un miembro de
la tripulación lavando platos en uno de los cuartos de baño del pasaje. Una de
las gringuitas le pregunta a otro tripulante “¿seguro que éste es el junco “IMPERIAL?” Esto promete cada vez más.
En un comedor
adornado con un árbol navideño y profusión de carteles de “feliz año nuevo” (lo
juro), nos sirven la comida. No es nada del otro mundo, pero no está mal. Hay
un alemán de una edad más cercana a la mía, y que además habla un inglés que
comprendo más o menos. Se llama Axel y es muy simpático. Está en Vietnam por
trabajo, pero se ha pillado el fin de semana para conocer la Bahía de Halong.
Cuando terminamos de comer salimos fuera a disfrutar del paisaje. Es
impresionante. Otra vez como me ocurrió en Ninh Binh, está bastante nublado. Es una pena, sobre todo
para las fotos, pero sigo sosteniendo que la niebla le da un halo misterioso y
sugerente. Aunque un poco de sol y cielo azul tampoco vendría mal.
Bahía de Halong |
Luego nos
llevan a visitar una cueva a la que llaman “amazing cave” y que contra mi pronóstico, es realmente impresionante. Sobre todo porque vas avanzando de cueva en cueva y las últimas son inmensas y realmente bonitas, aunque, claro, hay un
montón de gente. Es una pena que las fotos sean una porquería, pero mi cámara y yo no damos para más.
Bahía de Halóng |
Tendreis que fiaros de mi palabra, porque no tengo ni una foto decente de la cueva |
En la bajada de la cueva encontramos un mono |
La entrada a la cueva |
Luego vamos a navegar en kayac por la bahía. Los kayacs son de dos plazas y
¿adivinais quién me pidió ser mi acompañante?. Efectivamente, el de la pota de la minivan. Suerte que tiene una.
Luego al barco. El camarote está bastante
bien, sólo que cortan la electricidad durante algunas horas y hace bastante
calor sin el aire acondicionado. Uno de los miembros de la tripulación se ha
empeñado en emparejarnos a Axel y a mí. No hace más que gastarnos
bromitas, y decirnos que nuestros camarotes están juntos…lo que me faltaba, un
celestino a bordo. Axel y yo nos lo tomamos con humor (qué remedio).
Para la cena
preparan una especie de fiestecilla. La comida tengo que decir que no estuvo
mal, pero la música era tan espantosa que era imposible de soportar. La mayoría
nos vamos arriba, donde hay una zona con hamacas y sillones. En el barco, por
supuesto, no hay vino, y el mío se acabó en Sapa, así que me tomo un par de
cervezas. La mayoría del grupo de jóvenes están ya bastante borrachos. Axel me
cuenta que trabaja como supervisor de cuentas de una ONG, y tiene que viajar
constantemente. Habla un poco de español, porque estuvo un tiempo viviendo en
Perú. Me hace gracia su acento sudamericano.
Cuando nos
retiramos, a una hora prudente, los otros se quedan allí bebiendo y armando
jaleo, menos mal que estoy agotada y no escucho nada.
A la mañana
siguiente, un poco de tranquilidad, al menos durante unas horas, porque están
todos completamente resacosos. Lorena me cuenta que estuvieron hasta muy tarde
y que muchos saltaron al agua y se formó bastante revuelo con la tripulación,
porque está prohibido saltar.
Después de
desayunar, se separan los grupos: los que terminan la excursión, y los que
seguimos para pasar un día en la isla de Cat Ba. Lorena y Axel están entre los
primeros, así que me quedo un poco desamparada, aunque, la verdad, en el grupo hay
también algunos chicos bastante agradables y a los que entiendo medianamente bien.
Nos llevan
primero a “Monkey Island”, que tiene una playa realmente bonita y hay una
ascensión bastante asequible a un montículo desde donde se ven unas vistas preciosas de la bahía. Luego, comemos en el barco y nos llevan a Cat Ba.
La playa de la isla |
El
maravilloso bungalow en la paradisiaca isla resulta ser una especie de pequeño
resort a medio terminar , en una playa artificial de la que no se puede salir
para ir a ninguna parte. Sólo tenemos electricidad en el bungalow desde las
seis de la tarde a las seis de la mañana. El tiempo se ha puesto decididamente
nuboso y hace incluso un poco de fresco, que casi se agradece.
Terminando la obras |
Pintando |
Por la tarde,
llega otra hornada de turistas entre los que viene un grupo de chicas inglesas
supersimpáticas. Una de ellas es de Southafrica y las entiendo bastante bien,
sobre todo a una, Laura, que es un encanto y me hace de intérprete cuando se da
cuenta de que pongo cara de idiota.
Después de cenar sacan unas cartas y me
preguntan si quiero “jugar a beber”. Esta vez, por más que me explican, no cojo
el concepto, así que al tercer intento de explicación, deciden ellas que sí, que
quiero jugar, y yo me dejo hacer. Jake, el chico americano con el que mejor me
entiendo, (y a quién Lorena había encargado que cuidara de mí), también se une
a nosotras. Compran una botella de vodka y varias latas de seven up y creo que
empiezo a comprender de qué va el juego. El mecanismo es tremendamente pueril,
tipo las prendecitas o el juego de la verdad que jugábamos de adolescentes, y el objetivo principal,
emborracharse. Menos mal que Laura, a ver mi cara de horror, se erige en mi protectora y
me dejan ser un poco “cascarilla”.
De todas formas, tengo que reconocer que es
muy divertido. Al rato se unen a nosotros dos parejas de americanos que han
venido con la segunda hornada. Yo voy salvando el tipo entre que me hago la
tonta y la protección de Laura. Beben cantidades ingentes de alcohol, y además,
seguido, sin respirar. Reconozco que en estas ocasiones, me encanta parapetarme
tras mi copa, mientras finjo beber, y ver la evolución que van experimentando
los demás.
El juego de beber |
Cuando encuentro
un hueco en que puedo levantarme sin parecer descortés, lo hago y me retiro.
A la mañana
siguiente, barco hacia Halong, despedidas y minivan hasta Hanoi. Hotel, dulce
hotel¡¡
Al día
siguiente decido madrugar e ir al mausoleo de Ho Chi Minh. Lo cierran a las
once de la mañana, y Lorena me advirtió que hay unas colas tremendas. Yo no
estoy muy convencida de querer ver la momia, pero dentro de recinto parece ser
que hay una pagoda y unos jardines bastante bonitos. Y cuando leo que en la
cola tienes que mantener completo silencio, que no puedes tener las manos en
los bolsillos o masticar chicle, me pica la curiosidad.
Cuando llego,
unos militares con bastante malas pulgas no permiten aparcar a mi taxista en
varios de los sitios donde lo intenta. Cuando por fin bajo del taxi, aquello
parece la verbena de la Paloma. Colas y colas de gente accediendo por varias entradas.
Colas para entrar al mausoleo del tío Ho |
Me pongo en
una, pero me cambian a otra sin que llegue a enterarme de por qué. Durante todo
el tiempo, las chicas en Ao Dai que custodian la cola me miran con disgusto y me
señalan las asas de mi mochila. Miro a mi alrededor y hay un montón de turistas
más con mochilas colgadas, así que me hago la tonta. Cada vez son más insistentes,
pero sólo hablan vietnamita. Conforme me acerco a la entrada del recinto, los
gestos y las reconvenciones son más airados. Yo empiezo a mosquearme. ¡Si todo
el mundo lleva mochila, por qué yo no?? Al final un guía muy amable me explica en
inglés que lo que quieren es que me tape con el fulard, y me dice con una
sonrisa socarrona que Ho Chi Minh está muy dormido, pero que puede despertarse.
Acabáramos.
En la cola hay televcisores emitiendo loas a Ho Chi Minh |
Cuando llego
al control de seguridad, otro revuelto. “¿lleva usted un CUCHILLO en el bolso??”
Olvidé sacar la navaja¡¡ Vaya mañana que llevo. Me la quitan, junto con mi
botella de agua, la etiquetan con mi nombre y me dicen que pase luego a
buscarla.
Yo no sé como lo hago, pero me encuentro avanzando
hacia el recinto en medio de una clase de niños de diez años. Por más que lo
intento, no consigo avanzar, siempre me encuentro entre los alumnos, lo que
provoca gran revuelo y risas entre ellos. Nunca he sabido lo que es ser la más
alta de la clase, y por primera vez en mi vida lo experimento. Ante la
imposibilidad de cambiar de sitio en la cola, me dedico a congeniar con mis “compañeros
de clase” y a hacer burlas por la espalda a una maestra especialmente regañona.
Mis "compañerosde clase" |
Conforme nos vamos acercando al monumento, hay cada vez más militares que nos
llaman la atención si no guardamos estrictamente la fila. Entramos al edificio y
hace un frío que si te quedas mucho rato te conviertes tú también en una momia.
Lo del silencio es verdad, pero no veo a nadie con las manos en los bolsillos y
yo no tengo, así que no puedo comprobar si es verdad lo de la prohibición. No permiten hacer
fotos.
La cámara donde está la momia es bastante grande y se encuentra en
semipenumbra. El cuerpo está situado en el centro, dentro de una urna de
cristal, con una luz que enfoca solamente la cara y las manos. Y tú tienes que
pasar por delante sin detenerte. Tampoco es que den muchas ganas.
Salgo de allí
aliviada y voy en busca de mi navaja. Mira que es fea, pero ya me he encariñado
con ella y no quiero perderla.
Luego voy a
ver la pagoda de pilar único, que está dentro del recinto del mausoleo. Es muy
original y muy pequeñita, y a ella vienen las parejas de Hanoi que van a
casarse a pedir fertilidad.
Pagoda del pilar único |
Me llama la
atención que muchas de las formas de oración de los budistas incluyen hacer
algún sonido, como golpear cuencos , agitar manojos de palillos o, como veo en
esta ocasión, arrojar unas pequeñas llavecillas al suelo. Me quedo con las ganas
de saber qué significado tiene.
Luego voy a
ver la casa donde Ho Chi Minh vivió sus últimos días, que no tiene gran interés,
a no ser por los jardines y el lago que
la rodea, que son muy bonitos.
Casade Ho Chi Minh |
Como he
madrugado un montón, todavía es buena hora y decido ir a la pagoda Tran Quoc,
que está por la zona y es muy venerada.
Pagoda Tran Quoc |
Peregrinos de la pagoda de Tran Quoc |
Tengo que caminar un buen rato. Descubro un lago mucho más grande que el de Hoan Kiem, pero más feo.
Peluquería |
Parque de Lenin |
Calle de Hanoi |
Mientras estoy
descansando en el banco de un parque, se me acerca un viejecito con barba tipo
Ho Chi Minh que parece absolutamente entusiasmado con mi forma de abrir y
cerrar el abanico. Él lleva uno con dragones, bastante grande. Se sienta
conmigo e insiste en que le enseñe. No para hasta que lo consigue, y no se le
da mal al hombre. Observo que lleva un tatuaje en el dorso de la mano. Está
bastante desdibujado, pero parece ser una cifra. Un tatuaje con historia,
imagino. Me encantaría escucharla, pero el hombre no parece hablar ni inglés ni
francés. Una pena.
Mis compañeras te estan leyendo en este momento ,me dicen que eres una valiente .
ResponderEliminarBueno como siempre me ha encantado .
Un beso.
Espe
así va el país, los currantes leyendo blogs en el curro. Venga todos al tajo!!!. Besos!!
ResponderEliminarHermoso, tus fotografías mejoran con cada post. Me hubiera gustado ver fotos de la caverna, pero me imagino que con la poca luz fue casi imposible.
ResponderEliminar¿Las peluquerias son en la calle al aire libre?
Sí.En plena calle. Me tienen fascinada las peluquerías en Asia...jajaaa
ResponderEliminarMe acabo de poner al día con el blog q lo tenía algo atrasado ... decididamente la parte del viaje q más me esta gustando es Vietnam. Sigamos viajando... Besos -Sergio-
ResponderEliminarEs verdad q las fotos están mejorando mucho .