domingo, 23 de noviembre de 2014

DE ARICA A LA PAZ. VALLE DE LA LUNA Y LAGO TITICACA



  Arica no tiene gran atractivo , si no es por su clima benigno que la convierte en uno de los lugares preferidos de los chilenos cuando quieren disfrutar de unas vacaciones de sol y playa. Nosotras la elegimos como parada tècnica entre Iquique y nuestro siguiente destino, que aùn no tenìamos muy claro cual serìa.

Paisaje entre Iquique y Arica

Boutique


Por supuesto, ya que estàbamos allì decidimos dar una vuelta y ver, aunque sea de pasada, los lugares màs interesantes de la ciudad. La ùnica forma de hacerlo que encontramos fue pagando a un taxista que nos llevara a dar una vuelta. Debe ser una pràctica bastante habitual, porque se le veìa bastante acostumbrado a hacerlo e inlcuso nos hizo de guìa durante la visita.

   Lo màs representativo de la ciudad es el saliente costero llamado "morro de Arica". Allà subimos con nuestro taxista parlanchìn, que se lo currò esperando una buena propina de las dos turistas españolas. La verdad es que. sin buscarlo, tuvimos suerte, porque el tipo estaba documentado y se expresaba con solvencia, mucha màs que otros supuesto "guìas" que hemos padecido en otras ocasiones. Ademàs, era muy simpàtico.

   Despuès de una ronda por las calles y plazas màs importantes de la ciudad, subimos al morro, desde donde se divisa una panoràmica impresionante de la costa Ariqueña. El taxita-guìa, nos brinda un relato apasionado de la batalla que tuvo lugar aquì. A lo largo de mi vida he encontrado sujetos sorprendentes, como decirlo, personas que no encajan en el perfil que una espera encontrar en, por ejemplo, un taxista. Y es este gremio, junto con el de los pastores, dònde màs individuos de estos he encontrado. Y siempre lo celebro. Su relato es tan vìvido y tan vehemente que me transpsorto y me siento como si estuviera viviendo un "episodio nacional", pero en chileno.

   La guerra del Pacìfico, como casi todas las guerras, tuvo (¿o debo decir tiene? )un interès meramente econòmico y de fronteras. O sea, meramente econòmico. Y hay hipòtesis y versiones para todos los gustos, El salitre era el "oro blanco" de la època y aquì se encontraban los yacimientos màs importantes de esta preciada sustancia.

    Cùantas, cuàntas veces el hallazgo de una riqueza de este tipo ha supuesto ( o debo decir supone) la ruina, la guerra y la miseria para la zona donde se haya.

    Al final de la contienda, el salitre quedò en manos del capital britànico y Bolivia se quedò sin salida al mar, dando pie a un conflicto que todavìa hoy sigue de plena actualidad. El taxista tenìa su versiòn (chilena, como es normal). Pero los hechos son los hechos.

   Desde el morro tambièn se puede ver la isla de Alacràn. Bueno, la penìnsula de Alacràn, porque desde 1965 està unida a la costa por un istmo artifical. Nuestro dicharachero taxista nos informa de que en ella tienen lugar importantes competiciones internacionales de bodysurf (una modalidad de surf) y que vienen surferos de todo el mundo a coger la famosa "ola del gringo", conocida por su tubo perfecto y tambièn por su peligrosidad. Y a mì. completamente fuera de lugar, me viene a la cabeza un profe sudafricano de ingles , de Durban, que fue la primera persona que me hablò de bodysurf hace muchos, muchos años. ¿Què habrà sido de John?¿por què perdimos en contacto? Es increìble la cantidad de personas que pasan por una vida, dejan su huella para siempre y luego desaparecen.

    La islita fue, en la antiguedad, refugio de los indios camanchacos, prisiòn, y tambièn tuvo su papel durante la guerra. Hoy es un club marìtimo.

Penìnsula de Alacràn
Restos de la batalla
Cristo en el Morro de Arica

Vista de Arica desde el Morro








    Despuès del paseo, declinamos la oferta del guìa-taxista de visitar el museo para ver las momias chinchorro, que eran unos indios de la zona que hacìan momias mucho antes que los egipcios. Debe ser interesante, pero està demasiado lejos del nucleo urbano, y no tenemos muchas ganas de carretera.

   Tras arduas deliberaciones, decidimos ir a La Paz. Yo, francamente, no le veo mucho interès a la visita. Despuès de haberme quedado sin ver el salar de Uyuni, me parece una tonterìa visitar la capital, ciudad a la que no encuentro ningùn atractivo. Pero son las preciadas vacaciones de Isa, y yo ya he visto bastante. Estoy cansada. Agotada. Siento que tengo que parar y asimilar lo que llevo vivido este año. Siento que voy arràstràndome sin sentido de un lado para otro. Pero tambien me siento muy afortunada de que Isa estè pasando esto dìas conmigo,Asì que no pienso quejarme.


   Nos hubiera encantado ir en tren
Puerto de Arica



por la famosa ruta de Arica a La Paz,pero no fue posible. Aunque  tenìamos informaciòn de que estaba en uso, a la hora de la verdad no es cierto (o al menos no del todo cierto) y tenemos que ir en autobùs. Es un viaje largo, unas nueve horas, la oscilaciòn tèrmica va a ser fuerte y ademàs tenemos que volver a enfrentarnos al temido soroche, que yo tan bien habìa conocido en los geisers del Tatio. La perspectiva no es muy prometedora, pero allà vamos.







   Esta vez decidimos hacer el viaje de dìa, y es un completo acierto. Pocas veces he contemplado paisajes tan extraños como los de Bolivia. No se parecen a nada que haya visto antes. Me atreverìa a decir que tienen algo de alienìgenas.

    Ademàs, la frontera permanece cerrada durante varias horas por la noche, y aunque tomemos el autobùs nocturno, al llegar tendrìamos que esperar a que abrieran. Nos aprovisionamos de todos los caramelos de coca que encontramos en la ciudad y bolsitas de mate con la esperanza de poder pedir agua caliente en el autobùs.


    Lagos volcanes, montañas, valles, quebradas. Todo nos llama poderosamente la atenciòn. Al pasar por una aldea, vemos un entierro. Llevan el cadàver sobre los hombros en una parihuela. Apenas hablamos, sòlo nos damos codazos cuando vemos alguna escena que nos impresiona. Pastores de llamas,  cholas  con fardos de tamaños imposibles salidas de la nada. A medida que vamos ascendiendo, el frìo se hace mayor, e Isa empieza a tener dolor de cabeza. La altitud. Yo, de momento, me estoy librando.


Camino de La Paz

Lagos y montañas nevadas






   En la frontera, el caos. Nos hacen bajar del autobùs, colas interminables, luego nos hacen ir a pie hasta el puesto boliviano. Màs colas.Multitudes de gente vagando sin rumbo de un lado a otro. Perros, llamas, camiones, autobuses. Cuando por fin nos devuelven la documentaciòn, no encontramos nuestro autobùs. Pero en nuestra situaciòn hay montones de viajeros, que pupulan de un lado a otro. Llevamos horas aquì. Isa se siente tan mal que se atreve a comprar unas bolsitas de plàstico llenas de un lìquido viscoso de color indefinido que las cholas aseguran que alivia el soroche. Me compra otra a mì y las sorbemos con delectaciòn. Està calentito y , al fin y al cabo, lo que no mata, engorda. Sentimos bienestar inmediato, sobre todo Isa, que cada vez se iba encontrando peor. Entonces nos damos cuenta del paisaje que nos rodea, que es maravilloso, pero con tanto jaelo ni siquiera lo habàmos mirado.


Frontera entre Chile y Bolivia


   Una vez en el autobùs, cuando estamos a punto de arrancar, suben dos policìas con cara de pocos amigos y se ponen a buscar algo o alguien. Tensiòn. Se fijan en un chico jovencito, que va con pintas de artista bohemio y una guitarra y lo bajan del autobùs. Asì que no podemos irnos hasta que no vuelva. Parece que nos vayamos a quedar a vivir en el paso de Tambo, Es desesperante. Pasa el tiempo y el chico no vuelve.Los pasajeros del autobùs nos miranos entre nosotros sin atrevernos a especular sobre lo que puede estar pasando. Cerca de una hora despuès. aparece el chico, llorando amargamente. Nunca sabremos que ocurriò allì, pero fue un incidente de lo màs desagradable.
 
   La Paz te deja sin aliento. Y nunca mejor dicho. Con sus màs de 3600 metros de altitud, el menor esfuerzo que hagas te pasa factura. Y doy fe de que hay muchas cuestas. Pero no es sòlo eso. Es un espectàculo impactante. Una enorme olla rodeada de montañas colosales, coronadas de nieve, con el impresionante guardiàn Illimani dominandolo todo. Sin aliento.

La Paz y el Alto

El Illimani






   Isa està cada vez peor. El soroche le ha dado de pleno y siente que la cabeza y el pecho le van a estallar. Yo estoy preocupada, porque ya hemos recurrido a remedios de todo tipo y sòlo le hacen efecto un ratillo. Esta vez, yo no tengo ningùn problema, como debe ser. Para eso soy màs joven, hago ejercicio moderadamente y no fumo. Ea. En el fondo, a pesar de la preocupaciòn, siento un poco de satisfacciòn porque se haya hecho justicia y sea a ella a la que le ataque el mal de altura. Porque, eso sì, no para de fumar, la jodìa.

   - Ayy, aquì todo son cuestas y cuestas, y yo tan malita, dice mientras enciende otro cigarro. A veces me dan ganas de estrangularla y acabar con su sufrimiento.

   En cuanto estamos instaladas, y a pesar de lo mal que se siente, Isa y yo nos dedicamos a recorrer la ciudad. Las plazas y avenidas nos parecen inmensas, completamente abarrotadas de gente, coches, micros y puestecillos de toda clase. Es apabullante. Nos llama poderosamente la atenciòn la indumentaria de las cholas paceñas, con su bombìn, sus polleras (faldas), sus trenzas, y, sobre todo, su altivez. No consienten en ser fotografiadas y tuvimos algùn incidente màs que desagradable con eso. No digo yo que no  habrà turistas que se pongan pesados, pero siempre pagamos justos por pecadores. Oyendo sus desabridos comentarios, no puedo evitar acordarme de la sonrisa abierta y acogedora de la gente del sureste asiàtico, y comparar. Nos llegaron a pedir diez bolivianos por fotografiar una micro (especie de microbus) y en una tienda, incluso nos obligaron a borrar unas fotos que nos habìamos hecho con un sombrero.

Confiterìa callejera

Toda la calle es una tienda




   Largos paseos por la Avenida de El Prado, principal arteria de la ciudad, la plaza Murillo, donde nos contaron sobre el màrtir por la independencia que le da nombre y sobre los coloraos, una especie de "guardia pretoriana" boliviana,que hacìan guardia en el palacio presidencial, y que han protagonizado importantes capìtulos de la historia del paìs. La plaza de San Francisco, muy cerca de nuestro alojamiento, y por lo tanto paso obligado para ir a cualquier sitio bulle de gente y animaciòn a cualquier hora del dìa y casi de la noche. Al igual que la casi colindante plaza de Pèrez Velasco, màs conocida como "la Pèrez" y su pasarela, que une la "ciudad de los indìgenas", con la "ciudad de los españoles" y que se supone aliviò parte del caos que reinaba. No quiero pensar còmo serìa antes de la pasarela.

El conductor parò, nos increpò y nos pidiò 10 bolivianos

Desde la pasarela de la Pèrez








    Nuestro alojamiento està muy cerca del mercado de las brujas, que nos llama la atenciòn incluso antes de saber lo que es. Remedios para todos los males, del cuerpo y del espìritu, fetos de llama para ofrendar a la pachamama cuando se estrena una casa. Sahumerios.Amuletos. Bebedizos para no quedarse embarzada O para quedarse. Pòcimas para conseguir un trabajo o para que al jefe le vaya mal. Amarres para conservar al marido o para conseguir uno. La soluciòn a todos los males està en el mercado de las brujas de La Paz.



Mercado de las brujas

Remedios para todo. Yo pensaba que sahumerio era una palabra malagueña

Fetos de llamas



Màs fetos de llama. Estos estàn màs estropeadillos, lo pobres

   Desde el primer momento, me impactan los limpiabotas. Los hay a puñados y la mayorìa, muy jòvenes, aunque no vimos ningùn niño. Van tapados con pasamontañas y la verdad es que impresionan. Aunque imaginaba otra cosa, lo cierto es que se tapan la cara porque ser limbiabotas es un trabajo indigno en Bolivia, y no quieren ser reconocidos.

   Para què hablar del tràfico en La Paz. El ruido y la contaminaciòn estàn a la altura del caos que reina en toda la ciudad. Parte de ese problema espera resolverse con la puesta en marcha de un telefèrico que una la ciudad del Alto (los barrios construidos en las laderas perifèricas de la ciudad) con La Paz. Una obra magna, dadas las caracterìsticas orogràficas del lugar. Me encantarìa quedarme y verlo en funcionamiento, aunque, francamente, no acabo de creèrmelo.

   Y hablando del Alto, cada vez que lo hemos atravesado en autobùs nos hemos quedado hipnotizadas. Es un hervidero de gente, vehìculos multicolores tipo  bollywood, bloques de ladrillo a medio terminar, calles sin asfaltar y edificios con una estètica kitch indefinible. Al anochecer, hay hogeras encendidas a todo lo largo de la "carretera". Me encantarìa poder transmitir la sensaciòn que se siente al observar tal amalgama de personas, animales y vehìculos, en perpetuo movimiento, como jugando a un juego del que sòlo ellos conocen las reglas que nosotras nunca vamos a comprender. El Alto desde un autobùs.


El Alto desde un autobùs



Fotografìa gentileza de Isa. El Alto

Otra màs de Isa. No en balde dice que hizo 2600 fotos. El Alto

Otra màs de Isa. El Alto



   Decidimos hacer sòlo dos visitas y virar hacia otro destino dònde la altitud no nos fastidie tanto. Es un poco patètico vernos pegadas a la pantalla del ordenador del hostel, sorbiendo mate de coca como si nos fuera la vida en ello y mirando bàsicamente la altitud de los posibles lugares a visitar. Otros intereses han pasado a segundo plano. Ahora sòlo queremos saber a què altitud estàn.

    Y a pesar de ella, creemos que debemos ir al lago Titicaca y, por su cercanìa, elegimos tambièn el valle de la Luna.

Valle de la luna

Realmente es un paisaje lunar



   El  valle de la luna està a sòlo 10 kilòmetros de la Paz. Merece la pena la visita porque es un paisaje realmente extraño, formado por la erosiòn en montañas de arcilla. Hace bastante calor, aunque no llega a ser molesto.








Como la visita dura relativamente poco, vamos a visitar otras partes de la ciudad,como el mirador de laikakota, desde dònde se ve una vista impresionante de la ciudad.

Mirador de Laikakota


   El trayecto desde La Paz al lagoTiticaca no transcurre tan plàcidamente como al valle de la luna. Son sòlo unas tres horas si todo va bien, pero en nuestro caso se convirtireron en màs de cinco porque la carretera estaba plagada de barricadas de piedras. Habìa estado cortada durante dìas por unas protestas, no conseguimos enterarnos muy bien de su causa. Parece ser una pràctica habitual en el paìs.


Bloqueos en el camino de La Paz al lago Titicaca





 El lago Titicaca no es el lago màs grande de sudamèrica, como creìamos Isa y yo. Ese honor se lo lleva el lago de Maracaibo. Pero sì es el lago navegable màs alto del mundo. Y es que su altitud es de màs de 3.800 metros. A pesar de de ello, nos hemos decidido a venir.

   Los paisajes que vamos divisando al principio de acercarnos al lago, nos hacen preguntarnos si habrà merecido la pena exponernos a los peligros del soroche, pero a medida que nos vamos aproximando, se disipan nuestras dudas. Es de una belleza espectacular.

Lago Titicaca



Balsas de totora en el estrecho de Tiquina

Embarcando en el estrecho de Tiquina para pasar a la otra parte del Titicaca

   Al llegar al estrecho de Tiquina, tenemos que bajar del autobùs y cruzar en un trasbordador. El lago està dividido en el llamado lago menor y lago mayor por este estrecho. El lago mayor es nuestro objetivo, pues allì se encuentra la Isla del Sol, que es la visita que hemos escogido Una vez cruzado, volvemos a montar en los autocares, y seguimos hasta Copacabana, donde tendremos que buscar un barquito que nos lleve hasta la isla. Todo el tiempo nos previenen de que debemos movernos despacio y no hacer ningùn exceso para que no nos ataque la altitud. Yo no lo llevo mal, pero Isa sigue fatal.

   El lago Titicaca tambièn es conocido como lago sagrado, por la importancia que tuvo para la mìstica de los Incas y los Aymaras. En aymara, Titicaca significa gato gris y en quechua, puma de piedra. La leyenda inca cuenta que en este valle los hombres vivìan  felices sin problemas (vamos, el paraìso). Los dioses de las montañas los protegìan con la ùnica condiciòn de que no subieran a la cima, donde estaba el fuego sagrado (vamos, que el fuego sagrado era como el àrbol del bien y el mal del paraìso).

    Pero el diablo los incitò a hacerlo y los dioses, en represalia, soltaron a los pumas que devoraron a todo el mundo menos a una pareja. El dios Sol, conmovido ante la matanza, llorò durante 40 dìas y 40 noches ( esto me suena a mì...no sè si a Sabina, no sè si al Antiguo Testamento). Sus làgrimas formaron el lago Titicaca. Cuando volviò a salir el sol, la pareja que se habìa refugiado en una barca (uff,¿ èl no se llamarìa Atahualpa- Noè, por casualidad?) vio como los pumas se habìan convertido en piedra.

    Todo esto me hace recordar lo malìsima que soy contando leyendas, y lo repetidos que somos los humanos a la hora de inventarlas.

   El lugar es nido tambièn de buscadores de energìa, de seguidores de la ufologìa trasnochados y demàs fauna esotèrica, como yo les llamo. Muchos de ellos se empeñan en verle al lago forma de puma si se mira desde arriba. Yo, en la imàgenes aèreas que me han mostrado, veo un calamar fondòn soltando un chorro de tinta. En fin, diferentes puntos de vista.

   Copacabana es la parada obligatoria para tomar el barquito hacia la isla del sol, aunque de por sì ya tiene suficiente interès . A mì lo de Copacabana inevitablemente me sonaba a mulatas moviendo las caderas frenèticamente con bikinis infinitesimales, pero no. Esto es otra cosa, aunque tambièn tiene su puntito festivo, y mucho. Resulta que Copacabana es la advocaciòn màs antigua y una de las màs veneradas de la virgen Marìa en sudamèrica . Y yo pensando en mulatas. La imagen en cuestiòn tiene fama de milagrosa y se organizan peregrinaciones masivas a la basìlica de nuestra señora de copacabana. O sea, que esto es como el rocìo, pero en indìgena


Ceremonia en la basìlica de Copacabana

Parece una comuniòn

Basìlica de nuestrs señora de Copacabana

   .Pones el Titicaca en lugar del Quema, llamas en vez de bueyes, su poquito de mùsica de quena en vez de pito rociero, el còndor sagrado en vez de la blanca paloma , y ya sòlo nos falta atropellar un par de pumas con un 4x4 para sentirnos como en Doñana. Sì que hicieron daño los españoles, sì.


Bendicen los coches para no tener accidentes. Que digo yo que si condujeran un pelìn màs despacio, y mirando a la carretera, tambièn ayudarìa algo.


Estos tenderetes me recordaban mucho a las ofrendas a los monjes novicios en Asia


   Paralelamente, atraìdos por los bajìsimos precios, que te permiten dormir y comer( y drogarte) por una cantidad irrisoria para un europeo, hay una comuna hippie considerable. El ambiente es nefasto. Entre la multitud de turistas, peregrinos y tirados asaltàndote casa dos pasos para que les compres artesanìa , Copacabana es un sitio poco recomendable, aunque merece la pena una visita ràpida.

Barquitas para desplazarnos hasta la Isla del Sol


   Como cada vez que subimos o bajamos de una movilidad, que es como por aquì se llama a los transportes, caos total para acceder a la barquita. Todo se complica y se enreda hasta lìmites inverosìmiles, y lo que serìa una maniobra sencilla para acceder un grupo de personas a una pequeña embarcaciòn, se convierte en un martirio. La isla del sol, al igual que el lago, tambièn es de gran importancia para la mitologìa indìgena, y en ella se encuentran las ruinas màs antiguas de la civilizaciòn incaica. Probablemente por ignorancia, a nosotras no nos parecen nada del otro mundo. La visita estrella es ascender por un camino hasta un mirador y parar durante la ascensiòn en la fuente de la eterna juventud, cuyas aguas hacen ser eternamente joven al viajero que las bebe. Ni una promesa tan tentadora hace que Isa considere por un nanosegundo ascender ni un miserable escalòn.




- Yo te espero aquì, dice instalàndose en una especie de chiringuito al pie de la escalera que da comienzo a la ruta. A medio camino, sin resuello y agotada, envidio su decisiòn. Ademàs, esta vez no puedo decir que mereciò la pena el esfuerzo porque las vistas tampoco me parecieron gran cosa. A lo mejor el problema es que llevo demasiadas vistas maravillosas en demasiado poco tiempo . Lo ejor de la ascensiòn fue la gente que me encontrè en el camino y ver a los autòctonos desenvolverse en un entorno poco contaminado por el turismo, a pesar de todo.







Islita del lago Titicaca. Foto cedida por Isa

   Cuando empezamos el viaje de vuelta a La Paz ya habìa anochecido, y la temperatura habìa descendido vertiginosamente. Cuando nos tocò atravesar el estrecho en barquita, tras la inevitable confusiòn para embarcar, y cuando hemos recorrido aproximadamente la mitad del lago, el motor de  nuestro bote empieza a carraspear y acaba por detenerse tras un crujido de muy mal agûero. Silencio. Nuestro barquero se esfuerza una y otra vez en arrancarlo sin ningùn èxito. Nadie habla. Ni siquiera nos miramos. El frìo es tan intenso que nos arrimamos unos a otros involuntariamente, buscando un poco de calor animal. Al ver que no hay nada que hacer, nuestro barquero empieza a llamar a otra barca para que venga en nuestro auxilio

- ¡ veintisieteee¡ ¡veintiseietee¡ Se conoce que las barquitas estàn numeradas

   La oscuridad es total. La voz de nuestro barquero es tan dèbil que casi no alcanzamos a oirla nosotros mismos. La noche amenaza tormenta y el barco lleva un rato zozobrando cada vez màs intensamente, asì que , tìmidamente al principio y luego poniendo la vida en ello, empezamos a apoyar a nuestro tìmido barquero.

-¡¡¡VEINTISIETEEEEEE¡¡¡¡ ¡¡¡¡VEINTISIETE¡¡¡¡ Si no fuera porque el frio me ha congelado la barbilla, me partirìa de risa de pensar en la situaciòn.

   Al fin llega la barquita vientisiete, y tras una operaciòn de abordaje que ya hubiera querido para sì Sandokan, nos instalamos en ella y podemos terminar nuestra travesìa. Por descontado, llegamos a La Paz muchas horas despuès de lo previsto, ateridas y agotadas. Por cierto, por màs explicaciones que me den, no entiendo como en esta cultura no tienen chimeneas en las casas.



 

 


 

 

 

 

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