De
Santiago, nuestro próximo destino es Valparaíso. Valpo, para los
amigos. Allí nos espera Begoña, la chica chilena que conocí en
Nueva Zelanda. Es un tesoro, a pesar de nuestra diferencia de edad
hemos hecho muy buenas migas, y no ha querido ni oír hablar de
alojarnos en un hotel. Ella aún vive con sus padres y yo además no
voy sóla, pero aún así no nos ha permitido quedarnos en otro sitio
que no sea su casa.
Bego viene incluso a
recogernos a la estación de autobuses. En el fondo me encanta,
porque tengo muchas ganas de verla y porque hace mucho tiempo que
nadie va a recogerme a ningún sitio. La casa familiar de la Familia
Falk está en cerro placeres (son curiosos los nombres de los cerros de Valpo), es enorme y la habitación de Bego
tiene un ventanal espectacular sobre la bahía, que a Isa y a mí nos
deja sin respiración.
Valparaíso es una
pequeña bahía rodeada de montañas, cerros como los llaman por acá,
que han ido llenándose de poblaciones, y esto es lo que le da su
particular aspecto. Actualmente, casi la totalidad de la población vive en algunos de los casi cincuenta cerros que abrazan la ciudad. Cuando se hace de noche y empiezan a encenderse
las lucecitas de las casas, se produce un espectáculo
mágico, como si la ciudad desplegara su firmamento particular, para uso y disfrute de sus habitantes y sus visitantes. La ciudad toda desprende una belleza graciosa y un encanto increíble, que nos hace olvidar de un plumazo la falta de ambos dones que tiene Santiago
Bego
nos lleva a pasear por el cerro de Bellavista, que nos encanta y al
anochecer podemos disfrutar con el espectáculo del “firmamento de
Valparaíso” en una terracita que domina la bahía, mientras ambas nos ponemos al día de nuestras
novedades. Hace una noche preciosa y la temperatura nos permite incluso quedarnos en manga corta antes de que se ponga el sol.
El padre de Begoña viene
a recogernos en un coche enorme. Es tremendamente simpático y
cariñoso. Parece ser la marca de fábrica de la familia Falk. Pero
una vez nos hemos acomodado en el vehículo, lo primero que nos
espeta es “Yo soy pinochetista”. Isa va sentada a su lado y yo
detrás. Me echo las manos la cabeza mentalmente y me encomiendo a
todos los dioses. Me temo lo peor, una reacción violenta de Isa, a
la que yo llamo cariñosamente “la Pasionaria”. Menos mal que la
educación pudo más que la militancia y mi amiga resolvió la
situación con elegancia pero dejando claro su punto de vista.
Estamos viviendo bajo su techo y no es momento de ser desagradecidas.
Yo estoy tan preocupada por la reacción de Isa que casi no me ocupo
de la mía. La verdad es que siento una curiosidad tremenda porque
nunca había tenido la oportunidad de escuchar a un partidario de pinochet "en directo"y estoy deseando oír sus argumentos, ver como justifica lo injustificable. Estoy viviendo bajo su techo por unos días y sentándome a su mesa y por supuesto, si puedo evitarlo, no pienso entrar en ninguna polémica que, por otra parte, tampoco nos va a conducir a nada de provecho.Cada día estoy más convencida de que con la mayoría de esta gente no merece la pena perder el tiempo discutiendo. No sirve de nada. Ni yo le voy a convencer a él ni él a mí. Prefiero dedicar mi tiempo y mis energías a actividades más productivas y constructivas.
A la mañana siguiente
conocemos a la madre de Begoña que como buen miembro de la familia
es perfectamente encantadora, y a la tata, que es la señora que
trabaja en la casa desde que Bego era pequeña. Si María Luisa, la
madre es un cielo, la Tata es un personaje, con un sentido del humor
increíble y nos inunda de café, de tostadas y de historias sobre su
familia y su vida que Isa y yo disfrutamos aún más que el desayuno.
Y a ella le encanta compartir un cigarrillo o dos con Isa, mientras disfrutamos de las maravillosas vistas que tenemos de la ciudad desde cerro Placeres.
Begoña está trabajando
así que Isa y yo nos vamos a descubrir la ciudad. Nuestro primer
destino es La Sebastiana, la casa de Neruda en Valparaíso y según
dicen , la más bonita de las tres que tenía en Chile.
Igual que la estética de
Santiago no nos pareció gran cosa, la belleza de Valparaíso nos
sorprende y nos cautiva. Es una ciudad pequeñita,lo que contribuye a
que me guste, con su bahía tan encantadora, rodeada por los cerros
que parece que estuvieran protegiéndola del exterior, su plaza de
armas, sus casitas de colores. Y su ambiente. Valpo es la capital
política y administrativa de Chile, eso le da un aire. Además, hace
una temperatura y un sol que parecen aliarse con nosotras a que nos
enamoremos rendidamente de la ciudad.
Para llegar a la
Sebastiana tomamos una micro que nos da una vueltecita por los
cerros. Mientras más arriba se asciende, mayor es la pobreza de las
casitas. Me gustan los nombres de los cerros, tengo que preguntarle a
Begoña el origen de alguno de ellos: cerro placeres, cerro alegría.
Oye, y lo que “viste” un tranvía en una ciudad. Adoro los
tranvías. Le dan un aire elegantemente decadente a cualquier sitio.
En la Sebastiana |
Vista desde "la nube", el sillòn favorito de Neruda |
La Sebastiana es una
maravilla. Un amigo mío dice que cualquiera compondría versos
viviendo allí. Sentado en su sillón favorito, que el llamaba la
nube, en una estancia inundada de luz y contemplando la belleza del
mar .
Curioseando entre sus
objetos, escuchando historias de su vida cotidiana, adivinándole
sentado en la nube o preparando un cóctel para sus invitados, me
vuelvo a enamorar un poco más del poeta. Además, en este viaje que
emprendí hace ya bastantes meses, sus versos han revoloteado con
sorprendente insistencia en mi cabeza y en mis labios, no sé muy
bien por qué.
La visita a Viña del Mar
nos parece un poco decepcionante, quizá no supimos descubrir los
secretillos de la ciudad, que muchas veces se resisten si no llevas
un cicerone local o simplemente, si no aciertas a encontrarlos.
Pero sin embargo, Valpo
no se recata en mostrarnos sus encantos y atractivos casi sin que
tengamos que hacer ningún esfuerzo. También algún apunte un poco
violento, como para que no olvidemos que estamos en sudamérica.Pero
poca cosa, bastante light. Ya nos había advertido Begoña.
Y los chilenos nos
gustan. Afables, buenos conversadores, reidores y dispuestos a
ayudar. En general, claro. Las generalizaciones, ya se sabe...
Nuestra familia chilena
nos ha preparado un auténtico festín cuando regresamos de nuestro
periplo. Isa y yo nos sentimos abrumadas. Este tipo de muestras de
generosidad y hospitalidad de gente que apenas nos acaba de conocer
es algo conmovedor y está por encima de cualquier diferencia, sea de
la índole que sea.
En la sobremesa, el
debate político es inevitable. Papá Falk, como esperaba, es un
hábil manipulador de datos e información, no hay nada peor que una
verdad a medias. De todas formas, me gusta escuchar la versión desde
el otro lado, para mí es una novedad. No tengo ganas de polémica, y
dadas las circunstancias, casi que no procede. Después de una
acalorada aunque medida discusión,pinochetista y pasionaria acaban
dándose un beso de reconciliación, cuando ya nos acercábamos a la
exaltación de la amistad y los cánticos regionales.
La verdad es que respiro
aliviada.
En los días sucesivos, vamos descubriendo por nuestra cuenta la ciudad, perdiéndonos entre sus cerros, entre sus casonas coloniales inglesas,que parecen contemplar un poco estiradas y distantes, como con un aire algo contrariado, el "museo a cielo abierto" del Cerro Bellavista, una revolucionaria propuesta artística que surgió a finales de los sesenta, en la que algunos creadores tomaron los muros como telas y, con la complicidad y el apoyo de los vecinos, cubrieron de fantásticos murales muchas de las paredes de la ciudad.
Glicinias en -valpo |
Plaza de armas |
Troley recorriendo las calles de Valparaìso |
Los ascensores en Valpo son toda una instituciòn. Surgieron como forma de acceso a zonas imposibles y hoy se han convertido en monumentos históricos, de los que quedan en la actualidad unos quince en funcionamiento. Nosotras tomamos el ascensor Artillerìa para ir al paseo 21 de mayo y fue toda una experiencia
En realidad los llamados "ascensores", son trenes de cremallera |
La peculiar estatua de la libertad de -valparaìso, sin venda y sujetando neglignetemente la balanza. |
Arquitectura colonial en las calles de -valpo |
Interiro de un bar popular |
Plaza de Armas |
Al día siguiente, larga
jornada de autobús. Nuestro próximo destino es San Pedro de
Atacama. La estancia en Valpo ha sido un autentico placer y no sólo por la ciudad. La familia de Bego al pleno nos han tratado de una forma que nunca olvidaremos.
El problema de no llevar rumbo fijo es que a cada cosa
atrayente que escuchas, te ves tentada a cambiar la ruta. Y así
hemos hecho (varias veces). A Isa le apetece echar un vistazo por
Bolivia, pero el tiempo disponible no es tan flexible, así que hemos
tenido que renunciar a otros destinos de Chile y Perú para poder
visitar ese país. Más en concreto, la capital, porque tampoco
tenemos tiempo para más. Así, nuestro próximo destino será San Pedro
Como Isa perdió toda la
información en Barajas, vamos un poco a tontas y locas, escuchando
lo que nos dicen, bicheando un poco por Internet...Ella tiene la
convicción de que San Pedro, como destino turístico de primera que
es dentro de Chile, es una gran ciudad, y por muchos argumentos que
le doy para disuadirla no lo consigo. Así que, cuando después de
20 horas de autobús (¡) desembarcamos en una población con cuatro
calles sin asfaltar y pocas o ninguna traza de civilización, no le
queda otro remedio que convencerse.
Desde el autobùs de Santiago a San Pedro |
El volcàn Licancabur |
La iglesia de San Pedro de Atacama |
Me parte el corazón
verla arrastrando ese enorme maletón por el polvo impío de San
Pedro. Al menos, el viaje en autobús ha sido agradable.
No hay cosa que mas le
ilusione a Isa que dormir en un autobús cama. Está encantada. Todo
el tiempo quiere que le haga fotos para mandárselas a nuestra amiga
común Mati. Cuando nos reparten la comida o la merienda es como si
nos trajeran caviar y langosta, aunque luego no se digna ni a
abrirla...en fin, como si tuviera cinco años. La verdad es que nos
hartamos de reír.
Una vez que hemos
conseguido encontrar nuestro alojamiento, nos toca decidir qué vamos
a hacer estos días en San Pedro. Atacama es un desierto, rico en
paisajes increíbles y naturaleza salvaje. Así que las actividades van en consonancia: caminatas por la nieve para descubrir lagunas espectaculares, geisers, el famoso salar, termas naturales...en fin, naturaleza y más naturaleza
-”Ah no", dice Isa.
- “A mí no me gusta la
naturaleza”.
-"Yo
sólo quiero conocer culturas y pueblos Ver cómo vive la gente, sus
inquietudes, sus costumbres. Nada de naturaleza"
Me
quedo a cuadros escoceses. Estamos en pleno desierto de Atacama, uno
de los entornos naturales más bellos del continente, y mi amiga me
dice que “no le gusta la naturaleza”¡¡¡¡¡
Huston. Tenemos un
problema. Reconozco que me invadió el pánico en ese momento. Pero ,
afortunadamente, Isa y yo somos personas tremendamente adaptables y
encontramos la solución combinando , en las excursiones que decidimos hacer, un poco de cultura y un poco e naturaleza.
Yo
pensaba que la población de San Pedro en sí no
tendría ningún interés, y de hecho, la primera impresión confirmó
mi idea. Pero una vez recuperada de las 20 horas de autobús y en
mejor disposición, descubro un pueblecito minúsculo pero con un
encanto especial que no podría decir exactamente si radica en sus
muros de adobe,en
el cielo más limpio y azul que he visto nunca jamás,o en
el buen rollito que parece
emanar de
sus
variopintos habitantes. El cono perfecto del volcán Licancabur, que puede
divisarse desde la mayor parte del pueblo, también contribuye. Es
de una belleza absoluta, y no paro de fotografiarlo. Al final le voy
a coger el gusto a esto de hacer fotografías.
Los primeros días los
dedicamos a perdernos por la callecitas del pueblo, disfrutar de su
oferta gastronómica, que es sorprendentemente variada y de calidad,
y a contrastar entre las distintas agencias cuál nos ofrece lo que
más se acerque a lo que buscamos.
Durante
las horas centrales del día, hace bastante calor, pero a medida que
el sol se va escondiendo, la temperatura empieza a bajar en picado, y
tanto de noche como de madrugada hace un frío que pela.
San
Pedro es un destino muy turístico, vale, pero aún no se ha convertido en
un lugar masificado, y sus calles sin asfaltar y los muros de adobe
de las casas aún se encuentran a resguardo del apetito insaciable del
asfalto y los rascacielos. Afortunadamente. Aunque no creo que por
mucho tiempo. Existe un proyecto de investigación
astronómica
que creo que se llama “Proyecto Alma”, que probablemente le dará
la puntilla a la zona en cuanto a desarrollo y expansión turística.
Bueno. Todo tiene su lado positivo y su lado negativo. Yo,
egoistamente, preferiría conservar el encanto algo salvaje y agreste
del San Pedro que he conocido, a pesar de todo.
Una
noche, cuando ya estábamos a punto de retirarnos a dormir, me parece escuchar a lo lejos una
canción de Kiko Veneno, y, claro, no tengo más remedio que
acercarme a ver de qué se trata. Me
hace mucha gracia escuchar a Kiko en el desierto de Atacama, que, dicho sea de paso, es uno de los más grandes, y el más árido del
mundo.
En un bar casi contiguo a
nuestro hostel, un chico catalán con su guitarra de palo y con mucho
amor por la buena música, desgrana casi entero el repertorio del
“cantecito” de Kiko. Y alguna que otra versión de música popular
chilena pasada por un toque discreto de flamenco. Una sorpresa y
una delicia. Y nuestros buenos propósitos de recogernos tempranito
(tenemos que levantarnos a las 4 para visitar los geisers del Tatio)
a tomar por saco, claro.
El
chico, un encanto. Nos tocaba lo que le pedíamos (de música, digo)
.Y un ambiente genial. Público femenino entregado y coreando las
canciones. Yo no me lo podía creer. Pasamos una noche estupenda. No
tan estupendo fue cuando tuvimos que levantarnos a las 3.30 para la
excursión a los geisers.
Cantando por Kiko Veneno en el desierto |
Le habíamos pedido a la
señora que regenta el hostel, que nos preparara algo de comer y
sobre todo, unos termos con mate de coca, porque la altitud del
destino es de más de 4000 metros, y el mate de coca es lo mejor para
prevenir el soroche o mal de altura. También se pueden masticar hojas
de coca directamente, pero tiene su ciencia hacerlo bien,y además,
están muy amargas y para mi gusto resulta un poco antiestético. Sin
embargo, el mate, es una auténtica delicia, así como los caramelos
de coca.
Desafortunadamente, la
señora, bien por olvido, por dejadez, o como castigo por nuestra
vida disipada, no nos ha dejado preparado nada.
La furgoneta viene a
buscarnos casi media hora más tarde de lo prevista. Y media hora de
pie a temperaturas rozando los cero grados, era justo lo que yo
necesitaba para que se me entonara el cuerpo después de una noche de
farra.
Empezamos
a recoger gente y al final el vehículo queda atestados a niveles
asiáticos. Nada más comenzar la ascensión, siento que algo no va
bien. Me digo a mí misma que son aprensiones y que si respiro hondo
y me relajo, todo se me pasará. Pero no. No se me pasa. Empiezo a
sentirme muy muy mareada. Siento como si mis ojos estuvieran frente a
una televisión antigua, de esas que aún tenía tubo catódicoo,
y la imagen fuera girando cada vez más rápido. De repente, siento
un calor espantoso y empiezo a quitarme casi toda la ropa que
llevo(que no es poca). Es completamente de noche y creo que nadie se
da cuenta de mi malestar. La mayor parte del pasaje está durmiendo.
Cuando veo que no voy a poder evitar vomitar, se lo digo
discretamente al conductor. Se asusta bastante. Detiene la furgoneta
y salgo justo a tiempo. Pero no siento ningún alivio. Estoy tan
mareada que entre dos chicos apenas consiguen mantenerme de pie.
El conductor me da a
respirar un spray de oxígeno y parece que mejoro un poco. Me
encuentro fatal. Luego me confiesa que estaba realmente asustado
porque parece ser que si pierdes el conocimiento a esas altitudes, es
difícil recuperarlo y puede ser bastante peligroso. Yo
afortunadamente, no sabía nada de eso.
Me encuentro tan mal que
ni siquiera disfruto del amanecer ni de la visión primera de los
geisers a lo lejos, que es impresionante. Me siento horrible cuando pienso para mi capote
“anda que no estoy yo harta de geisers. Como si no hubiera yo visto
bastantes geisers en Nueva Zelanda...” uff. Justo la actitud que yo
más detesto en un viajero. Pero tengo que decir en mi defensa que
estaba muuuy malita.
Haciendo un esfuerzo
sobrehumano, me bajo de la furgoneta y finjo que me interesa mucho la
explicaciòn que está dando el guía. Sólo pienso en volver a la
furgoneta, hacerme un ovillo y dormirme. La temperatura exterior
ronda los 7 grados bajo cero. No llevo calzado adecuado y siento como
se me congelan los pies. Isabel, claro, está entusiasmada. Y eso que
no le gustaba la naturaleza. La miro con odio y le digo
- “pues esto es
naturaleza”.
-”hazme otra foto”, me
responde.
Cinco minutos más y
desisto del intento. Me instalo en la furgoneta mientras miro al
resto hacer fotos y aspavientos alrededor. Geisers. Como si no
hubiera yo visto bastantes geisers en Nueva Zelanda...
Los geisers del Tatio |
Cuando
vuelven,
llega la hora del desayuno y yo, después de todo el rato que he
estado vomitando, necesito ingerir algo que me estabilice.
Me
bajo a duras penas de la furgoneta y temblorosa me agencio un
matesito de coca y un bocata y me voy a comerlo al resguardo del
vehículo. Me siento agotada y hecha polvo. Luego creo ver que sacan
una especie de dulces o galletas pero me siento tan débil que no
tengo fuerzas para ir a buscar una. Le mando a través de la
ventanilla mensajes telepáticos a Isa, que fuma y charla
despreocupadamente a diestro y siniestro sin preocuparse de su pobre
amiga que está agonizando en el lecho del dolor.
En vista del escaso éxito
de la telepatía, intento juntar fuerzas y hacer una incursión hacia
las ansiadas galletas. Pensareis que soy una exagerada, pero os
aseguro que me encontraba al borde de la muerte.
Cuando me voy aproximando
a las mesas donde han dispuesto las viandas, veo que todos los
cuencos con galletitas han quedado vacíos (serán egoistas¡¡¡¡),
pero detrás distingo un platillo donde me parece ver tres
alfajores argentinos de chocolate. Uhmmmm¡¡¡ salvada.
La imagen de mi mano
temblorosa acercándose ansiosa a los supuestos alfajores, creo que
permanecerá en mi mente para toda la vida. Porque cuando al fin consigo hacerme con uno, me doy cuenta de que no eran alfajores. Mire vuesa merced, que esos que
allí ve no son alfajores, sino ¡¡¡¡TAPONES DE NESCAFÉ¡¡¡
Qué vergüenza. suelto el tapón de nescafè disimulando y vuelvo cabizbaja a la furgo, esperando que nadie se haya dado cuenta de
mi error. Cuando se lo conté a Isa , se partía de risa, la tía. Y
cuando le eche en cara su falta de disposición hacia su amiga
enferma, me dijo que cómo iba a pensar que yo podía tener hambre,
con lo mala que estaba. Vaya amiga. Como si no me conociera.
Algo
más recuperada, enfilo la visita a la laguna donde están los
flamencos. Muy bonita, pero...¡anda
que no estoy yo harta de ver flamencos en
Fuentepiedra¡..decididamente,
hoy no tengo disposición viajera.
Laguna Chaxa, con sus flamencos |
l
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