martes, 24 de diciembre de 2013

DE PAPEETE A LA ISLA DE PASCUA




   Polinesia. Mi destino soñado. Los sueños a veces no son lo que uno espera. Ni mejor, ni peor. Ya me imaginaba, a estas alturas de la película, que esta experiencia polinésica no iba a ser como yo imaginaba en mis fantasías de jovencita. No ha sido negativa. No,por favor, para nada. Me ha encantado poder estar aquí y disfrutar de esta maravilla. Pero también ha sido una lección. Y, de todas formas, ya me lo esperaba. Era consciente de que es un destino para "honeymooners" adinerados y que el turismo de mochileros es completamente minoritario. Pero lo que no podía imaginar es que sería para mí tan difícil no tener con quien compartir esta experiencia. Al final, va a resultar que soy humana..


   Mi vuelo sale de Tahití, así que como la combinación con el barco de Moorea no me coincide mucho, tengo que pasar un montón de horas en el aeropuerto hasta que sale mi vuelo rumbo a la Isla de Pascua.Pero no puedo decir que lo sienta. Ha sido la espera más amena que haya tenido jamás en un aeropuerto. Llegadas con collares de flores, despedidas con collares de conchas. Bailes, música de ukeleles, canciones por todas partes. Una absoluta delicia. Ha habido veces que no sabía a donde acudir, porque había distintos ambientes ( y mira que el aeropuerto de Tahití es muy pequeñito) formando jaleo, con música, bailes y risas.


Música y bailes en el aeropuerto de Papeete (Tahití)


   Cinco horas de vuelo que se hacen cortas porque las paso durmiendo. Cinco horas es mi media de desplazamiento, y, la verdad, es bastante razonable. Es el máximo que he intentado mantener en este viaje, y puedo decir que lo he conseguido. Cada vez se me hace más penoso sobrevivir a esos vuelos interminables de 10 o 12 horas. Estoy mayor.


   Nada más poner un pie en la isla, ya te exigen que compres el pase para visitar el parque donde están los moais. Aunque vengo descansada, este tipo de "chantaje turístico" es algo que siempre me da mucha rabia. Además, en este caso, te aseguran que si no compras la entrada aquí, luego no podrás comprarla en ningún otro sitio. Vaya recibimiento. Aún así, no me conformo con negarme a comprarla. Además, solivianto a cuantos pasajeros están cerca de mí para que hagan lo propio. Es que no me parecen formas, la verdad.


   El hospedaje por el que me decido, después del acoso y derribo de un montón de vendedores de alojamiento local, resulta no ser gran cosa, pero, como suele decirse en estos casos, al menos está limpio. Quien no se consuela es porque no quiere. Ya en el transporte desde el aeropuerto, discursito de "pureza de sangre" de las fuerzas vivas de la isla en la radio local. Empezamos bien.


   La isla tiene una belleza extraña, inquietante. Un tipo de belleza muy diferente al de Moorea, aunque con otra clase de fuerza. Tiene un magnetismo extraño, menos asequible pero no por ello menos impactante. Distinto. En el camino no consigo ver ningún moai, aunque estoy segura de que terminaré cansada de verlos. Supongo. El tipo que me conduce a mi destino es de pocas palabras. Pronto me voy a dar cuenta de que esa es la tónica general entre los isleños.


   El albergue tampoco está demasiado animado que digamos. Y esa misma noche, acabo tomando una cerveza enfrente del cementerio, que es lo más iluminado de toda la isla. Pues sí, resulta que aquí tienen la costumbre de poner lamparitas de esas solares en las tumbas y de noche hace un efecto fantasmagórico y hasta un poco cómico, diría yo. Y contrasta con la escasa iluminación que hay en el resto de la isla. Paradojas de la vida. Se puede deducir, si el cementerio es lo más iluminado, que la animación nocturna no es gran cosa. Pero no tengo derecho a quejarme. Aquí ocurre algo parecido, aunque no tan extremo, a lo que pasaba en Polinesia. El turismo mochilero es minoritario y la mayoría de los turistas se queda de noche en sus hoteles, dónde les suelen ofrecer entretenimientos. 

   La verdad es que hay un camping, pero no me ha gustado mucho el ambiente. Además, han caído varios aguaceros importantes y no me hace mucha ilusión que me encuentren en una tienda de campaña, la verdad.


   Lo más agradable es volver a hablar español. Me encanta levantarme por la mañana y decir "BUENOS DÍAS"a boca llena.  Me encanta. Aunque, claro, a veces tengo la sensación de que tengo que volver a aprender a hablar. A veces incluso tengo dificultades para comprender, aunque se resuelven rápidamente. Comfort, por ejemplo, es papel higiénico. El nombre viene de una marca que era muy usada y quedó como nombre genérico del producto. Algo así como en España pasó con la Magefesa, o el Rimmel Pero claro, si vas a entrar en un servicio público y te dicen que si quieres "comfort" tienes que pagar otro precio... pues te quedas un poco a cuadros.Y así en un montón de ocasiones. El monto es la cuenta, carretear es ir de copas. y, claro, el famoso coger, que tienes la sensación de que en España estamos cogiendo todo el tiempo: cogemos los autobuses y los trenes, los resfriados, el wifi,el sentido de una frase. En fin, no había sido consciente hasta ahora de lo mucho que usamos el dichoso verbo. Tomar es beber, coger es follar...Lo dicho, a aprender español otra vez


   Cada vez me doy más cuenta de que el carácter isleño es más áspero aún que las rocas de lava que conforman la costa de la isla. Por contra, perros y gatos son extremadamente cariñosos. Será para contrarrestar. Y el ceviche de atún es uno de los platos más deliciosos que haya probado jamás. Estaría comiéndolo todo el tiempo. El problema es que no es precisamente barato.

Una pequeña playita de la Isla de Pascua

La isla tiene una belleza inquietánte, áspera

Ahu Tongariki desde la lejanía. Es el centro ceremonial más grande de Polinesia, y fue reconstruido tras un tsunami, con la ayuda de Japón


Un rincón de belleza salvaje

  El primer día me decido por una cabalgada por el interior de la isla con un guía local. Esperaba un grupo bastante numeroso, cuando para mi sorpresa, encuentro que voy a ir sola con el guía. El individuo es un ejemplar típico local, hosco, lacónico y mal encarado. No me hace una especial ilusión, pero me resigno.

   La verdad es que ver la primera formación de moais me impresionó. Se trataba de los únicos que están mirando hacia el mar, y mi primer impulso fue ponerme a su altura y mirar en la dirección hacia la que tenían dirigida la mirada, con tan mala fortuna, que pisé sin querer una zona sagrada, ahu, que no se puede pisar.

Ahu Akivi, siete gigantes, que son los únicos que miran al mar. Representa a los siete emisarios que envió desde polinesia Hotu Matua, quien posteriormente se convertiría en rey de la isla



 En cuanto advertí los gritos y aspavientos de mi guía y otras dos personas que parece ser vigilaban la zona, me di cuenta de que algo no iba bien. Cualquiera que me conozca un poco sabe lo extremadamente respetuosa que suelo ser con este tipo de cosas, y este desliz , provocado por mi ignorancia y falta de documentación previa, me resultó terriblemente desagradable.   Pido mil excusas y me deshago en disculpas, pero todo eso no consigue apaciguar el cabreo de mi "afable" guía. Yo, viendo que aquello no terminaba y habiendo hecho todo lo que estaba en mi mano, al final opté por decirle: "Mira, seguro que los dioses me perdonan, porque lo he hecho sin mala intención". Ni por esas. El tío dale que dale. Al final llegó a molestarme de verdad. Consguió que me sintiera tan mal que hasta se me saltaron la lágrimas, aunque intenté por todos los medios que no se diera cuenta.Me parecía tan injusto. Opté por ignorarle. 

   Luego, cuando vio mi actitud, pasó todo el tiempo intentando congraciarse conmigo.  Respeto todas las creencias, pero en mi fuero interno detesto todo fanatismo religioso y todas las supercherías infumables en las que muchas gentes se refugian. Pero soy incapaz de guardar rencor, sobre todos cuando, en su intento de volver a avenirse conmigo, me hace una pregunta que refleja su enorme ignorancia:

 "¿ Y España tiene mar?"


   Subimos al pico más alto de la isla, el volcán Terevaka, que es el más joven de los tres volcanes principales de la Isla, desde donde hay una vista soberbia, que el comentario del pobre ignorante no me deja saborear.

" Mira, este es el paisaje más bonito del mundo. en ninguna otra parte del planeta se divisa una vista tan maravillosa". Me muerdo la lengua hasta casi hacerme sangre para no responderle. No merece la pena. Además, si se empeñan en llamar a la isla el ombligo del mundo, qué se puede esperar.

En la cima del Terevaka, el volcán más alto de la Isla de Pascua

Se puede disfrutar de una vista de 360 grados sobre el Océano Pacífico



   El camino de vuelta es más aburrido, los paisajes más áridos y monótonos y el rapa nui empieza a entonar una canción a grito pelao. La verdad es que es una melodía emocionante , incluso un poco hipnótica, a pesar de que mi amigo no está muy dotado para el canto. Es una melodía simple y repetitiva, así que al final casi acabo aprendiéndomela y tarareandola con él. Cuando termina, me explica que es una historia muy triste, sobre un hombre que va a buscar a la mujer que ama, y nunca consigue encontrarla. No me cuadra mucho la traducción tan sensiblona de un tipo tan bruto, pero en fin, no tengo más remedio que creerle. 

Y entonces, me pide, muy justamente, que cante yo una canción típica de mi tierra. Me encanta cantar, de hecho me paso la vida canturreando y cantar a pleno pulmón es algo que me hace sentir como  deben sentirse después de una carrera o una clase de spinning la gente que hace deporte. Pero en ese preciso momento no tenía malditas la ganas. Además, no se me ocurría qué cantar. Al fin, opté por deleitar a mi compañero con una versión muy sentida de "La Zarzamora", después de todo soy una tonadillera frustrada. La había estado ensayando con Pilar antes de que nuestros caminos se separaran, para hacer luego un vídeo tipo al que rodamos en la ciudad prohibida de Hué, en Vietnam como "Las Grecas de Ho Chi Ming".


   Cantar la Zarzamora sobre un caballo atravesando la Isla de Pascua no ha sido algo que jamás hubiera previsto hacer en mi vida. Pero allí estaba yo. Y no me salio mal del todo, oye.


   Aunque después de todo la cabalgada no estuvo mal, fue un alivio terminar. Y además, esa noche tenía plan. He conocido a una chilenas e, madre e hija, y hemos quedado para ir a un concierto de música autóctona que promete ser divertido.
   Cuando llega la hora de salir, empieza a llover con una violencia increíble. Creo que pocas veces he visto llover de esa forma. Decidimos esperar a que pase, pero viendo que la cosa se alarga, nos atrevemos a salir. Nos cuesta llegar al lugar del concierto, y cuando lo hacemos, el ambiente deja mucho que desear, aunque a medida que avanza la noche se va animando un poco. Al final lo pasamos bastante bien y lo mejor fue la espectacular cenita que César, un amigo de Karen también chileno y que es cocinero, nos preparó a las tantas de la madrugada en la cocinita del hostel.
   La verdad es que la música rapa nui no me gusta demasiado. Es repetitiva, o más bien machacona. Una mezcla de acordes polinesios, maoríes y siux. Los bailes son más simpáticos, también muy similares a los de polinesia, con una vestimenta muy particular hecha a base de plumas.

Espectáculo Kari Kari, muy famoso en la Isla. Este tipo era clavado al Yuyu, el chirigotero de Cádiz.

El Yuyu Rapa Nui



 Las plumas son muy valoradas aquí, sobre todo para confeccionar estas vestimentas tradicionales y todo tipo de accesorios y abalorios. Los gallos los crían básicamente para aprovechar sus plumas. hay ejemplares de gallos bellísimos. Un día, mientras paseaba, pude observar la pelea de dos ejemplares soberbios y me quedé impresionada. Creo que nunca había visto semejante muestra de agresividad.

El concierto-fiesta con los músicos locales

Al final se animó la cosa y resultó divertido


   Por si no había tenido bastante con la experiencia de la cabalgada, otra parte de la visita a la isla la hago con otro guía local. Otro personaje. Moi Moi dice llamarse. Se pasó todo el tiempo renegando del gobierno chileno, en vez de contarnos las excelencias y los misterios de su adorada isla. Eso sí, llegó un momento en que sentí que si volvía a oír la palabra ancestral o ancestros, vomitaría. Qué pesao, el tío.   Visitamos el Rano Raraku, que es un volcán dónde estaba la cantera de donde obtenían la piedras para hacer los moais y dónde se encuentra la mayor concentración de estos, y quizás los más inquietantes, porque, a pesar de no estar la mayoría terminados del todo, y de no haber sido colocados sobre el ahu donde estaban destinados, tienen desde mi punto de vista, las expresiones más humanas y más conseguidas.

El Rano Raraku es uno de los emplazamientos donde te sellan el ticket turístico que te obligan a comprar en el aeropuerto cuando llegas. El otro es el poblado Orongo

En Rtano Raraku hay unos 400 moais.La piedra de esta cantera es de poca dureza, lo que permitía tallarla más fácilemte con una herramienta de basalto llamada "Toki"

Me encanta la expresión, entre excética y dubitativa  de éste

Hay moais en todas sus fases de construcción. Este aún no había salido de las entrañas de la roca


Las orejas grandes, la nariz , los brazos...

A mi éste me da la impresión como que quiere emerger de la tierra que lo aprisiona

  Cuando yo era pequeña,  recuerdo que estaba muy de moda el fenómeno ovni, y que se atribuía a estas peculiares construcciones un pasado extraterrestre, así como a Machu Pichu o a las líneas de Nazca. Recuerdo que Perú era un país con mucho atractivo en esa época para todos aquellos que se creían a pies juntillas toda aquella pseudociencia "paranormal". Afotunadamente, hoy todas esas descabelladas teorías se han sustituidos por hipótesis más racionales aunque, todo hay que decirlo, igual de inciertas. 
   Porque la verdad verdadera no la sabe nadie, todo son especulaciones aunque unas más creíbles que otras. La única escritura polinesia de la que se conservan vestigios ( no hay que olvidar que es un pueblo basado en la tradición oral), el rongo-rongo, aún no se ha conseguido descifrar. Quizás el día que se consiga, habrá respuestas más concretas sobre los "misterios" de la Isla de Pascua.

   Hoy en día, está casi unánimemente admitido que no hubo intervención extraterrestres, que los moais fueros erigidos a base del esfuerzo de los clanes que habitaban la isla y que tenían una connotación religiosa. Hay muchos paralelismos con Egipto. Los sacerdotes eran el poder y construir el moai más grande se convirtió en el objetivo de los clanes, que competían entre ellos por conseguirlo. Para ellos, descuidaban la agricultura, la ganadería y cualquier otra actividad, dedicándose casi en exclusiva a construir moais cada vez más grandes. Como los moais eran transportados a base de troncos rodantes, esta actividad acarreó también la feroz deforestación de la isla. Y todas estas circunstancias acabaron por arruinar la sociedad, tanto económicamente como moralmente, pues los habitantes se habían convertido prácticamente en esclavos dedicados a fabricar moais, en unas condiciones cada vez más precarias por la falta de comida al haber descuidado el campo y la ganadería. Y entonces, al igual que en el antiguo Egipto, además del cambio social ocurrió el cambio religioso, y se pasó del culto a los moais al culto al hombre pájaro. Esta nueva religión se ve en la peli que dirigió Kevin Costner hace un montón de años y que se llamó, precisamente, rapa nui. En Hanga Roa, la capital de la isla, hay un hotel que tiene una pequeña sala de cine que exhibe todos los días esta película, cada vez en un idioma distinto.  

   En Hanga Roa queda el único moai que conserva sus ojos de coral blanco que, según la tradición ancestral, le confieren el mana, o poder que era lo que les hacía, según los rapa nui, ir caminando hasta el lugar donde debían establecerse definitivamente.


El moai con ojos

   Justo enfrente de este moai fue dónde conocí a Jean Luc, y él siempre decía que había sido el mana del moai lo que había propiciado nuestro encuentro. Con esa premisa, es fácil adivinar que Jean Luc es de esos individuos que yo doy en clasificar como "esotéricos". Francés, en sus postreros cincuenta o primeros sesenta, según mis cálculos, bien parecido a pesar de la edad, elegante, educado. Y terriblemente simpático y locuaz. Todos estos "atractivos", probablemente en otras circunstancias no hubieran tenido mucho peso, pero con lo terriblemente aburridas que se me hacían las largas tardes pascuences, no dudé en aceptar su proposición de cenar juntos. Ni siquiera me sorprendí cuando lo hice. Karen y su madre han partido para Santiago (dónde espero que nos volvamos a encontrar) y la oferta de ocio de Hanga Roa es francamente poco atractiva.
   Jean Luc me parece un tipo interesante y me agrada estar con él. Me encanta conocer gente cuya trayectoria vital sea diferente de la mía, y la de Jean Luc, vive dios, lo es. No sé muy bien de quien es el mérito, supongo que de él, pero entiendo perfectamente su francés y me siento lo suficientemente cómoda como para hablar en ese idioma sin cortarme. Dentro de mis posibilidades, claro. Me cuenta cosas, muchas, pero otras tantas las intuyo por su forma de actuar, o, por qué no decirlo, por intuición.  Le imagino una buena educación en un entorno privilegiado,y a pesar de ello un pasado difícil, y mucho esfuerzo por superarlo. Le imagino, y su conversación acaba por confirmármelo, graves problemas familiares. Pero también adivino que ha superado gran parte de todo sus vivencias.
   Me propone hacer al día siguiente un "viaje energético" por la isla y acepto. Meses después, cuando le cuento esto a una amiga en Lima, me espeta escandalizada ¿ y no pensaste que podía ser un "serial killer?. Pues no, Coca, no lo pensé. Si llego a pensar eso la mayor parte de mi viaje, creo que el terror me hubiera paralizado.Y, afortunadamente, no ha sido así. Probablemente, soy una tía con mucha suerte, o con un ángel de la guarda de 200 kg. arduamente ocupado en mantener mi integridad física.O yo que sé. A veces creo que mi misma inconsciencia o "inocencia" me protege frente a posibles malos rollos. Vete tu a saber.
   El caso es que al día siguiente, estaba en un todo terreno recorriendo la isla de Pascua con un tipo que acababa prácticamente de conocer. Y la verdad es que fue divertido. Jean Luc iba buscando lugares donde hubiera una acumulación especial de energía y él, digamos, según yo entendí, la liberaba. Y de paso, intentaba hacerme a mí algún tipo de bien. La verdad es que a pesar de lo genial que me cayó y de todo lo demás, sigo siendo una escéptica impenitente en estas cosas, aunque, también tengo que reconocerlo, cada vez menos.


Playa de Anakena, la más bonita de la isla





 

lunes, 16 de diciembre de 2013

POLINESiA II







   Cada vez que me encuentro con un árbol de la fruta del pan, lo que en Moorea es bastante habitual, no puedo evitar acordarme del motín de la Bounti. Recuerdo que era la mercancía que transportaba el barco, que iba a servir para alimentar a los esclavos de las Antillas y que  su fruto  era considerado  como un alimento perfecto para este  fin. Yo lo he comido en forma de chip, como si fueran patatas, y está muy rico. Afotunadamente, no soy una esclava...    Hay algunos ejemplares enormes y muy bonitos a lo largo de la isla. Pero a mí lo que más me gustan son las buganvillas. Me tienen fascinada con su belleza. Las hay por toda la isla y de los colores mas insospechados. Me recuerdan a mi tierra.

   En una de las largas y amenas conversaciones con mis nuevos amigos kiwis, Jim me asegura que los españoles fueron los primeros en andar por esto lares, antes de que llegara los franceses. Me averguenzo de mi ignorancia, no tenía ni idea, la verdad.

Con mis amigos kiwis

   El que también anduvo por aquí fue James Cook. Curiosamente ,en la bahía bautizada con su nombre en Moorea no estuvo nunca.En la que recaló realmentefue  en la de Opunohu. Paradojas de la vida. A los polinesios le encanta hacer bromas y juegos de palabras sobre el supuesto fin de Cook, que algunos dicen, sin mucho fundamento real, que fue devorado por los caníbales. A mí me parece un personaje fascianante. Tengo que leer sobre su vida y obra en cuanto tenga un poco de tiempo. Lo prometo. Han sido demasiados encuentros en nuestro itinerario como para que no le dedique un poquillo de mi tiempo. Me apetece mucho y , caray, qué menos..

   Como en la pensión Dina me sentía un poco sola y aislada, al final encuentro otro alojamiento, más modesto pero algo más animado. Está al borde del mar y te prestan los kayacs gratis. Es una auténtca delicia pasear en kayac por la laguna que circunda la isla. Los barcos de los turistas alimentan a las rayas y los tiburones a horas determinadas y yo procuro estar cerca para disfrutar gratis del espectáculo. No sé si esto será correcto, la verdad, pero es un momento increíble, a pesar de la cantidad de gente. Los tiburones imponen un poco, pero a mí me da más miedo aún de la rayas, aunque casi nadie parece compartir mis temores. Una vez vi en youtube un tipo que llevaba toda la vida tratando con rayas y un día una le clavó el aguijón (o como se diga) en el corazón y el tipo  la cascó en el acto.

   Al fina,l un día me decido a hacer la excursión en barco por la laguna. Asombrosamente, vuelvo a coincidir sin programarlo con Jim y Jeannette. Moorea es un pañuelo.
   Para comer nos llevan a un atolón , que es una isla formada de coral. Corroboro lo dicho sobre la comida polinesia. Me encanta y me parece supersana. No entiendo como puede haber tantísima obesidad.

   Casi lo más interesante ha sido la explicación del guía, que era un auténtico personaje, sobre la forma de aprovechar las posibilidades de los cocos: como distinguir los que están buenos, como abrirlos, como elaborar la leche de coco, cómo extraer el aceite... Lo dicho, pare ellos el coco es como el cerdo para nosostros... hasta los andares.
Las puestas de sol más bellas...

pero en solitario, pierden mucho...

Mercado de Papeete. Sabor local

El ambiente en el aeropuerto el día de la partida. Increíble

La cerveza oficial de Polinesia. Me encanta la etiqueta

Los colores de la laguna son siempre sorprendentes

La isla de Moorea es de una belleza apabullante. Me sorprenden sus montañas, porque toda el mundo habla siempre del mar

Pero es que el mar es tan increíblemente bello aquí..
A veces pienso que es todo demasiado perfecto par ser cierto

    Y sin embargo..... sí, es cierto.Mis ojos no ha visto nunca un cielo tan perfecto, un mar con unos colores tan inverosímiles, unas montañas con formas tan caprichosas.... pero estoy sóla. Durante el día, las paso recorriendo la isla en kayac, a caballo, a pie. O , simplemente,sentada en cualquier rincón contemplando la perfecta belleza o disfrutando de la deliciosa temperatura, o de los colores indescriptibles. Pero a la siete de la tarde es completamente de noche. No tengo como desplazarme por la isla.Y me siento sóla. No he conseguido establecer una relación más allá de lo superficial y lo educado. Ni con los autóctonos ni con ningún turista. Jim y Jeanette se han ido hace días, y es duro comprobar que toda esta belleza y perfección no valen nada si no tienes con quien compartirla.

    Heinui, un amiguillo que he hecho entre los habitantes de la isla., a pesar de su encanto, de su perenne sonrisa y de su flor tras la oreja, no consigue llenar el vacío que siento. Quizás la soledad. No echo de menos a nadie en particular. No añoro volver. No aún. Pero es una lección comprobar lo importante que puede llegar a ser tener a alguien a quien dar un codazo en estas situaciones y decirle: Ojú, quillo¡¡¡ que pechá de belleza...





Rockberto tiene un doble en Moorea. Menudo personaje..

Añadir leyenda

Muchas puestas de sol. Muchos amaneceres

¿puede ser demasiada belleza?

El embarcadero de mi camping, dónde me tendía de noche a mirar las estrellas

sábado, 12 de octubre de 2013

POLINESIA I




 Cuando aterrizo, llueve en Papeete. A pesar de que es casi la una de la madrugada, hay un grupito de músicos polinesios y una bailarina para recibirnos. Tópicos que no falten. En el aeropuerto me está esperando un chico del hotel con un collar de flores que me inserta desganado en el cuello. La verdad es que no son horas. Más tópicos. Es un chico portugués que habla bastante bien español con acento francés. Es de Oporto, y cuando le digo que soy de Málaga, me dice que el equipo de mi ciudad ha eliminado al suyo en no sé qué campeonato. El fútbol que no falte tampoco. Hasta en Polinesia.

   Paramos para sacar dinero y comprar algunas cosillas en una gasolinera, que es lo único que hay abierto. Los billetes polinesios son enormes. Cuando llegamos al hotel, me encuentro con una habiación gigantesca con un baño para mí sola. Todo un lujo después de tanto tiempo durmiendo en dormitorios compartidos. Hace una noche preciosa y paseo un rato por el jardín. El aire tiene un olor raro, no sabría decir si me gusta o no.Veo un rato la tele, que también hacía siglos que no veía un informativo y me voy a dormir. No tengo mucho sueño, porque hay dos horas de diferencia con Nueva Zelanda, y por la mañana me cuesta levantarme. La temperatura es muy agradable. Vuelta a las chanclas (bieeen) y a los mosquitos (maaal). Por cierto, estoy empezando a pensar que los mosquitos de todo el mundo están convencidos de que el repelente es en realidad un adrezo que los pobres humanos nos untamos para mejorar nuestro sabor. Alguien debería explicarles la verdad. Porfa.

   Desayuno en el hotel. No hay absolutamente nada en los alrededores y este tipo de situaciones me mata. Todo está aislado de todo y casi la única forma de desplazarse por la isla es alquilando un coche o una moto, cosas ambas que no estoy dispuesta a hacer. Tahití es la isla más grande de la Polinesia Francesa y su capital es Papeete, donde me encuentro. El nombre de esta ciudad siempre me recuerda un anuncio de Aerolineas Argentinas en que dos niños hablaban de viajar algún día a Papeete. Era muy emotivo, de esos que te dejar con las lágrimas a puntito. Ahora que lo pienso, parace que las líneas aéreas son especialistas en ese tipo de anuncio, acordaos de los de Iberia la noche de fin de año...
     Voy con Daniel, el chico portugués y una parejita de franceses a hacer un recorrido por Tahití. No es nada del otro mundo, ya estaba sobre aviso, pero ya que estoy aquí le tengo que dar un vistazo. Visitamos una cueva, una cascada , una playa volcánica donde la gente va a hacer surf, un templo sagrado polinesio, donde Daniel nos explica un poco las ceremonias que hacen y nos informa de que en muchas está prohibida la participación a los niños y, como no, a las mujeres. Otra constante que me encuentro en todas partes. No debería, pero no puedo evitar indignarme con estas cosas, aunque sea una estupidez. Nos cuenta también que hay graves problemas de violencia conyugal y de alcoholismo. Otra constante sin fronteras. Vaya con el paraíso. Pero, ¿por qué? ¿qué es lo qué conduce a tanta gente de tan diversa índole a buscar la inconsciencia, a refugiarse en el alcohol o las drogas, o en la violencia?¿Por qué esta pandemia se ha extendido a lo largo de todo el mundo, o es que siempre ha sido así? ¿qué nos falta? ¿qué nos sobra? ¿qué buscamos? Demasiadas preguntas sin respuesta. Pero es tan triste.

   Lo único que de verdad me llama la atención es un agujero en una roca que llama "la respiración de la tierra".A causa del oleaje y de algún antojo de la naturaleza se escucha un sonido realmente impresionante que parece el de una respiración de algo enorme. Y cada cierto tiempo, exhala un violento suspiro que si te pones en el sitio indicado, te empuja hasta desplazarte varios metros. Impresiona

   En el mercado de Papeete conozco a un chico polinesio que ha estado viviendo un montón de años en España y charlamos un rato. Ha vuelto porque tenía nostalgia de su país. Hay que ver como nos tira el terruño. Me río mucho escuchándole hablar en vasco.

   Papeete no es gran cosa, la verdad. Alrededor del mercado hay ambientillo, mucha gente, timbas de juego ilegal, pero creo que llevo vistos ya demasiados mercados. Siento decirlo.El tufillo de colonia francesa está presente en casi todo, pero bastante disuelto en zumo de papaya y aroma de plumaria, que aquí llaman tiaré. Casi todo el mundo, hombres y mujeres, llevan una flor de tiaré detrás de la oreja. Adoro esa costumbre. Así que lo primero que hago es imitarla, claro. Cuando me pongo una flor en el pelo o detrás de la oreja siento una sensación deliciosa, como si adquiriera superpoderes.Es casi una declaración de principios.Todo el mundo debería probarlo.

    Me encantaría comprarme una perla, las hay de todos los precios. El cultiuvo de perlas negras, después del turismo, es la actividad económica más importante. Son bellísimas. Evidentemente, las mejores son las más caras, pero a mí no me importa demasiado la perfección, me basta con que me guste, aunque no sea valiosa. Pero creo que voy a esperar a ver como termino por aquí, porque es todo terriblemente caro. Al contrario que Australia o Nueva Zelanda, que también son destinos caros, esto no está en absoluto preparado para el turismo de mochila, todo está enfocado al turismo de instalaciones grandes y lujosas, de parejas en luna de miel con alto poder adquisitivo. Hay alternativas, claro está, las pensiones de familia como las llaman aquí e incluso algunos campings, pero en general, no está pensado para gente que viaja como yo. Son especialmente problemáticos los traslados, y no entra en mi presupuesto alquilar un coche.  Así que no quiero empezar haciendo gastos innecesarios, como una perla. A pesar de todo, me cuentan que los precios han bajado bastante en relación a los años anteriores, por el descenso en picado del turismo. Polinesia es un destino caro y lejano, y en tiempos de crísis, se buscan otras alternativas.
   Por la noche, voy a cenar a una roulotte, que es el único sitio donde se puede ir a pie desde el hotel. Son unos sitios encantadores, tipo merendero antiguo, con sillas de plástico y mesas cubiertas con hules de colores. Apenas hay turistas y la comida es excelente, abundante y sorprendentemente barata. En general, la comida me está resultando deliciosa, sobre todo el poisson cru, que es una especie de ceviche de atún con un toque tropical del que me he hecho completamente adicta. Lo comería todo el tiempo. Y qué decir de las frutas y los zumos..mango, papaya, piña, coco. Los pomelos son absolutamente deliciosos. Pero también observo que hay muy malos hábitos alimenticios, consumen mucha comida basura y el problema de la obesidad llama poderosamente la atención nada más pones un pie en la isla. Me cuesta tanto creer que alguien pueda comerse una hamburguesa o un bollo industrial teniendo esa inmensa variedad de frutas tan deliciosas!
   El día siguiente lo paso entero en la playa. Hace un sol radiante
y una temperatura perfecta. Puede que las playas no se correspondan exactamente a los folletos turísticos, pero hay que reconocer que están muy bien. El agua es extraordinariamente transparente, aunque sorprendentemente fresca y casi se puede prescindir de la máscara para ver la ingente cantidad de peces que hay. Mucho ambientillo local, música, chicos tocando el ukelele. La música y la danza son muy importantes por aquí. Precisamente acaba de terminar el Heiva, que es un concurso con gran repercusión donde compiten danzantes de todas la islas. Siempre llego demasiado pronto o demasiado tarde a los sitios. En cuanto al onmipresente ukelele, parece que últimamente hay una tendencia un poco más conservadora que reivendica instrumentos más tradicionales y acusa al ukelele de no ser realmente autóctocno.Pero, por lo que se ve en calles y playas, no le hacen mucho caso. Como con los instrumentos, también hay una corriente reivindicativa y se están haciendo esfuerzos por recuperar la lengua tahitiana frente al francés, y en esto sí se están consiguiendo avances.A pesar de todo , no encuentro grandes aspiraciones independentistas en la mayoría de la gente. Los habitantes de Polinesia Francesa son franceses con todos los derechos civiles y políticos, y parece que ,en general, tienen la inteligencia de estar orgullosos de ello. Lo que no quita que quieran conservar sus costumbres, tradiciones e idioma.

Después de estar todo el día disfrutando de la playa, vuelvo al hotel justo antes de que anochezca, dispuesta a repetir mi cenita en la roulotte de la noche anterior, pero cuando llego empiezo a sentirme mal. Creo que he tomado demasiado sol. Vomitos, diarrea, dolor de cabeza. Me alarmo un poco, pero se me pasa enseguida. Pero de cena, nada. A la mañana siguiente me levanto como una rosa. Menos mal. Creo que tenía demasiada hambre atrasada de sol y me di un atracón.
   Como es domingo, hay muchos menos barcos hacia Moorea, mi próximo destino, así que estoy toda la mañana zanganeando en la piscina, eso sí, estrictamente a la sombra. Aún no soy capaz de comer nada en toda la mañana, solo un infusión. Annabel, la chica de la recepción, llama por mí al camping Nelson, donde tengo una reserva, para preguntar si hay algún medio de transporte para llegar. Ya había oído hablar de la antipatía del tipo, y la conversación con Annabel lo confirmó.Dijo que no tenía ninguna reserva a mi nombre y que como era domingo, él se iba a las 12 y poco más o menos, que me buscara la vida. Así que buscamos otro sitio para alojarme. Pensión Dina. Bien de precio, pero sin saber muy bien qué me voy a encontrar.
    Llueve torrencialmente. El barco sale a las tres. Me enfrento ilusionada a la travesía, por el nuevo destino y también por la posibilidad de ver ballenas,  aunque al final, desafortunadamente, no veo nada.

    La belleza Moorea se percibe ya desde lejos, antes de que el barco atraque.Un atolón verde intenso rodeado de arena impresionantemente blanca y agua cristalina de un azul asombroso. El puerto es pequeñito y animado. Cojo el autobús hacia PaoPao, el pueblo donde está la pensión Dina. Soy la única blanca (bueno, blanca, blanca..no diría yo). Había olvidado esa sensación. Probablemente son imaginaciones mías, pero tengo la sensación de que soy observada, de que me miran con una media sonrisa socarrona y se preguntan entre ellos en su idioma ¿ qué hará esta aquí?El conductor me avisa cuando llegamos a mi destino.

Pintando pareos

   Dina es la típica anciana extremadamente menuda, de la que uno se dice que ha debido ser una belleza en su juventud, y que aún conserva un algo de picardía coqueta en su moño enhiesto, o en sus ojos maquillados. En lugar de una habitación, lo que me ofrecen es todo un chalé para mí sola, con un baño y una cocina enorme y un jardín precioso. Casi no me lo puedo creer. Yo que me había mentalizado a compartir un dormitorio húmedo y mal ventilado con otras siete personas, y por poco más de precio me encuentro con esta maravilla. Aunque por otra parte, tengo que reconocer que en los sitios tan grandes me encuentro un poco más sola. Pero no voy a quejarme encima¡.

Hay flores exóticas por todas partes .Exóticas para mí, claro

   Me apetece muchísimo tomarme una cerveza. Aún no he probado la marca nacional así que me echo a andar por la carretera a ver si encuentro algún sitio. Nada . Todo cerrado. Después de un buen rato, diviso unos bungalows de esos sobre el agua y me dirijo hacia ellos. Si es un hotel, como imagino, tiene que tener necesariamente un bar. Efectivamente. El Hilton. Joder, me va a salir por un pico la cerveza, además, llevo una pinta horrible. Después de unos segundos de indecisión, me lanzo y entro. Buena decisión. Por poco más de 10 euros, me casco dos cervecitas deliciosas, dos platitos de chips de fruta del pan y una puesta de sol espectacular. Paso un rato estupendo, además, todo el mundo es tan simpático en esos sitios y te tratan tan amable... El día de mi cumple, igual me regalo una cenita aquí.
   Después de las dos cervecitas, cojo mi linterna en una mano, mi abanico en la otra y, ale, me voy cantando bajito a la pensión Dina. Que no es el Hilton, pero no está mal.
   No sé si es por el cambio de horario, por el clima o por cansancio acumulado, pero en Polinesia me ha dado por dormir. Tengo mucho sueño, así que aprovecho el chalecito de Dina para hartarme de dormir, y reorganizar un poco todas mis cosas, que falta me hacen. Sacar la ropa de verano, que no usaba desde Bali, hacer la colada, en fin, un poco de vida doméstica.  
   
   Al día siguiente, voy ha hacer una excursión en 4x4 alrededor de la isla. El guía es Tom, muy simpático, con una extraña mezcla de sangre polinesia, francesa y escocesa. Moorea es de una belleza apabullante. Aunque lo más evidente es su laguna, con esas aguas de unos tonos turquesas y azules que ni siquiera podía imaginar que existieran, e increíblemente transparentes, sus montañas de lava solidificada en formas insólitas y misteriosas, me sorprenden aún más, quizás porque se habla menos de ellas. En el grupo va una pareja de kiwis, Jim y Jeanette, sobre los cincuenta, con los que hago buenas migas. Me sorprende muchísimo que Jim hable francés con bastante soltura. No es fácil encontrar anglófonos que hables francés. Comentamos las innumerables similitudes de la lengua maorí con la polinesia.Al fin y alcabo, el maorí viene del polinesio.
    Visitamos algunos marae (templos sagrados) recónditos. Será una estupidez, pero en esos lugares parece haber algo especial, como si conservaran parte de su pasado. Quizás porque quienes los erigieron supieron elegir lugares con una fuerza singular. El belvedere hace honor a su nombre y nos regala una vista maravillosa de las dos bahías, la de Cook y la de Panohau.
  Atravesamos extensas plantaciones de piña, que actualmente, junto con el turismo, es la principal fuente de ingresos de la isla, desbancando a la copra y la vainilla. En Moorea , y por extensión, supongo que en el resto de islas de Polinesia, no necesitas trabajar para sobrevivir. Sólo tienes que extender la mano o hacer un pequeño esfuerzo y echar al mar una red, para tener comida suficiente para sobrevivir, El coco, que es omnipresente, es por tradición el alimento básico. Se aprovecha absolutamente todo, como decimos nosotros del cerdo. Les proporciona agua para beber, pulpa para comer, la leche que se elabora a partir de esa pulpa, el aceite que extraen de la nuez. Y la cáscara como combustible y para fabricar los más variados enseres.Con las hojas y los troncos, se construyen las cabañas.

    Esto me hace pensar que quizás los problemas de inadaptación de la población indígena tengan su explicación. Imagino a los habitantes originales viviendo sin dar golpe, cantando y danzando, comiendo frutas exóticas y pescados deliciosos, y rodeados de la belleza más exhuberante. En eso, llega un tío con un trabuco y otro con una cruz y les dicen "venga, insensatos, taparos las verguenzas y poneros a trabajar, que os vamos a enseñar cómo se vive correctamente".Creo que yo también me haría alcohólica.



    Estoy sentada escribiendo en el porche de mi bungalow en Moorea. Enfrente mía, tres gallinas tontas se disputan un trozo de pan. Una se lo arrebata a la otra, luego llega la tercera y hace lo propio. Corretea haciendo aspavientos con las alas y en un descuido, vuelve a aparecer la primera gallina y le arrebata de nuevo el trozo de pan, que cada vez está más desmedrado. Vuelta a empezar. Se pasan horas así. Me dan ganas de levantarme y decirles "pero tontas, quereis dejar de competir y compartidlo!". Lo  haría si no fuera porque últimamente intento no hablar con las gallinas.
    Vivo rodeada de gallinas, buganvillas perros, gatos, cerdos. Si cuando soñaba cuando era joven con viajar a Polinesia alguien me hubiera dicho que iba a ser así, me hubiera reído a carcajadas.Mi viaje está resultando bastante distinto de lo que esperaba, pero estoy encantada. Me gusta el campo, me encantan los animales y aunque lo que estoy viviendo no se parezca ni por asomo a lo que prometen los folletos turísticos, no puedo decir que esté decepcionada en absoluto. Quizás, sorprendida, pero no decepcionada. Y la belleza de la isla es incluso más de lo que te prometen. De noche, cuando me tumbo en el embarcadero mirando al cielo, me da pena parpadear y dejar de ver las estrellas aunque sea un segundo. Aunque no me aloje en ellos, un chico que trabaja en el Hilton me ha enseñado los famosos bungalows sobre el agua.

En los famosos bungalows sobre la laguna
Haciendo un poco el ganso
Es un punto tomar una copa con un tiburón



 Ciertamente son una maravilla, y tomar una copa con uno o varios tiburones tiene su aquél, pero no creais que los cambiaría por mi casita y mis gallinas. Aunque lo de los gallos es otro cantar, nunca mejor dicho. Aquí, en lugar de ladridos como en las casas en Europa, se escuchan constantemente los cantos de los gallos. Eso de que cantan al amanecer, como ya he podido comprobar en otros sitios, en una leyenda urbana, digo, rural. Cantan todo el tiempo los muy...... Hay uno,particularmente, que tengo la sensación de que se acerca siguilosamente a mi ventana cada cierto tiempo.Entonces se desgañita  con todas las fuerzas de las que es capaz y cuando termina, se aleja corriendo, orgulloso de su labor. A determinadas horas, y con la cabeza entre el sueño y la realidad, despierta mis más profundos instintos criminales y mi mente empieza a divagar entre degollarlo con una catana al estilo Tarantino, o abrirlo en canal y ofrecer su corazón a alguna deidad polinesia especialmente sanguiraria. Dios mío, ?estoy en Polinesia o en Villanueva del Trabuco?

Mi casita en Moorea


    Por la noche, generalmente, busco un lugar para tomar una cerveza antes de irme a dormir. La marcha nocturna en Moorea creo que no está hecha para mí. Lo único que hay es la diversión para los turistas en los grandes hoteles de lujo y una o dos discotecas donde va la juventud local. Ni lo uno ni lo otro me parece demasiado tentador, sobre todo teniendo en cuenta que hay que desplazarse de noche por la carretera. Anoche descubrí un restaurante increíble, y no precisamente por su carta. Es un sitio con una pequeña terraza que da a la laguna. Tuve la suerte de encontar a Jim y Jeanette y estuvimos charlando sobre Nueva Zelanda, sobre Moorea, sobre  España. En eso estábamos cuando observamos que varias rayas se aproximan decididas nadando hacia el embarcadero del restaurante. No lo podemos creer, pero más increible aún nos parece cuando vemos a una de las chicas que trabaja allí, bajar y empezar a llamarlas por sus nombres. Lleva un pequeño recipiente con pescado y ante nuestro asombro, se inclina sobre las rayas y empieza a hablarles, a acariciarlas y a darles los trozos de pescado. Nos explica que las conoce a cada una por su nombre, la edad que tienen y su relación de parentesco. Los kiwis y yo no damos crédito. Cosas que pasan en Moorea.

Admitimos raya como animal de compañía¿¿¿

 
    Me hace mucha ilusión dar un paseo a caballo. Me parece una forma maravillosa de conocer un poco más profundamente el interior de la isla, pero cuando pregunto, me dicen que sólo hacen excursiones a partir de tres personas. Me siento un poco decepcionada, pero al final, dos francesas de las que me he hecho amiga, Sandrine y Julie, deciden acompañarme. Son madre e hija y hemos coincidido en el hotel de Tahití y en el de Moorea, así que nos hemos convertido en lo que yo llamo "amigas de viaje". Sandrine le tiene pánico a los caballos, por eso el detalle de querer hacer el paseo conmigo tiene doble mérito. Dice que ella también está dispuesta a vencer sus miedos y superarse y que mi ejemplo le ha animado mucho a hacerlo. Bueno, al menos mi aventurilla va a servir para algo.

   Pasear a caballo por Moorea, entre plantaciones de piña y montañas de lava, creo que va a ser uno de esos recuerdos especiales a los que recurriré cuando esté de bajón al volver a llevar una vida convencional.

En cuántos sitios hay una montaña con forma de rostro humano?



Entre plantaciones de piña





   Hoy he tenido un buen día. Por la mañana, he fecundado una flor de vainilla y por la noche, he bailado el hula-hula descalza sobre la hierba delante de un montón de gente. Quién me ha visto y quien me ve.
   Las plantaciones de vainilla, aunque no tengan la importancia de antaño, aún siguen muy presentes. .Hoy he subido a comer a un restaurante desde el que hay una vista soberbia de la bahía y un jardín precioso. Perdiéndome un rato por él mientras hacía tiempo hasta la hora de comer, he encontrado a una señora muy mayor, con una corona de flores que estaba haciendo algo en las flores de la vainilla. Por supuesto, me he acercado a curiosear y la señora me ha explicado que hay que fecundar las flores a mano, una por una. Es una labor muy delicada y me he sentido realmente orgullosa cuando la señora me ha invitado a intentarlo y lo he conseguido. Ha sido emocionante.

Fecundando a mano las flores de vainilla


   El restaurante, que no es más que un chambao de caña con algunas mesas largas que se comparten, ofrece los jueves un menú polinesio a un precio bastante asequible, así que a mediodía se llena de turistas de todo pelaje, sobre todo muchos de un crucero de lujo que hay atracado en la bahía.La comida es sólo aceptable, pero los zumos naturales son una delicia.


   Y por la noche, he quedado para ver un espectáculo de danzas con mis nuevos amigos kiwis. El espectáculo resulta bastante interesante y divertido, a pesar de ser para turistas. El sitio es tan bonito y la noche tan perfecta que probablemente también contribuyan a que disfrutemos más de la música y los bailes. Ha sido muy divertido.

Y después, linterna y vuelta a mis gallinas. Estoy feliz